Un filme que ofrece un espectáculo banal, pero entretiene de principio a fin. En verdad, los fans de John McClane no necesitan mucho más que esto, pero el guión carece de ingenio y los personajes son puro estereotipo sin personalidad propia.

★★☆☆☆ Mediocre

La jungla 2

El sonido del aterrizaje de un avión vuelve a abrir el relato, John McClane espera a Holly en el aeropuerto de Washington, otra vez estamos en navidad, y sin tiempo ni respiro, aparecen los mismos elementos que en Jungla de cristal (Die Hard). Hombres engabardinados y armados con un plan impecable que no va a dejar nada al azar. Los pasadizos, humos, electrodos y cachivaches del edificio Nakatomi son sustituidos por los de un aeropuerto que por momentos se convierte (otra vez) en los interiores de la nave Nostromo (estética de Alien).

Y en fin, McClane es el más listo del patio y es el único que parece darse cuenta de lo que se avecina frente a un policía que se pasa toda la película pegando gritos hasta que el metrallazo de fogueo le enciende la campanita. El malo, en este caso, no pretende emular la poliédrica maldad de Hans Grubber, intencionadamente se convierte en un musculitos con cara de calavera, insulso y previsible.

En principio, la secuela que dirigió el muy mediocre Renny Harlin, tiene todos los males que puede tener una secuela: repetición del esquema y de los elementos de su precedente, pero sometidos a un tratamiento banal, se reduce al cliché, a lo previsible y autocomplaciente, justo lo opuesto a lo que deben ofrecer las segundas partes; una progresión hacia algún ámbito de significado, explorar las posibilidades de un género específico que había fundado la nueva idea de héroe de acción.

McCtiernan, mediante un guión soberbio y una realización meticulosa y evocadora, creó una epopeya del cine de acción (tal vez, Jungla de cristal pueda ser definida como la primera – y única hasta el momento – muestra de cine de acción épico) en la que los distintos personajes y elementos armonizan en una divertida y sobrecogedora “action-ópera”. Renny Harlin casi se limita a filmar un vulgar filme de tiros y mamporros, el cual no podría diferenciarse de cualquier telefilme barato si no fuera por el referente (John McClane) utilizado y por algunos momentos que alcanzan una elogiable tensión dramática , o revisitan el perfil del héroe con dignidad; quizá ninguna otra escena define mejor el perfil de McClane que el momento del aterrizaje del general Esperanza, cuando éste abre la puerta del avión y dice:”libertad”, interviene entonces McClane ante la mirada atónita del prófugo, “¿pero quién es usted?”.

El hombre que llega al lugar y momento menos oportuno, pero que, desgracia de unos y fortuna de otros, es el elemento que rompe el curso de lo establecido. Y ese es el tipo de héroe definido en la saga Die Hard, alguien que obra prodigios desde su humanidad. Y en el mismo orden de cosas, cabe decir que por lo menos respeta la personalidad esencial de McClane y las imágenes de histeria colectiva en el aeropuerto recuperan parte del sentido trágico.

En suma, filme que ofrece un espectáculo banal, pero entretiene de principio a fin. En verdad, los fans de John McClane no necesitan mucho más que esto, pero el guión carece de ingenio y los personajes son puro estereotipo sin personalidad propia.
publicado por José A. Peig el 16 septiembre, 2007

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