Caótica Ana
Va la gente y se rasga las vestiduras con ‘Caótica Ana’, la nueva película de Julio Medem, el poeta del cine español, el rey del palíndromo. Que si irreconocible, que si chabacano, que si inconexo, que si ausente de sentido… no sé a qué viene tanta sorpresa. A mí, ‘Caótica Ana’ me parece la evolución natural de su apuesta cinematográfica, que aunque tiene momentos que me han gustado (‘La pelota vasca’, algo de ‘Tierra’; tengo pendiente ‘Los amantes del Círculo Polar’), en su mayoría me parece ya merecedora de los mismos apítetos que se le dedican ahora tan alegremente. Me aburrí un poco con ‘Tierra’, me aburrí mucho con ‘Lucía y el Sexo’, pues ahora me aburro un montón con ‘Caótica Ana’.Concebida inicialmente como homenaje a su hermana, pintora fallecida en accidente de automóvil, ‘Caótica Ana’ cuenta el viaje iniciático de Ana, una joven pintora que es llevada a la gran ciudad por una mecenas (¿¿??) y descubre el amor, el sexo y una cantidad ingente de vidas (y muertes) de mujeres jóvenes en lo más profundo de su psyche. Abrir las puertas a esas mujeres marcará su destino como Madre de los Hombres Buenos, capaz de desafiar a los poderosos señores de la Guerra.
Ahí queda eso.
Ya desde muy pronto, Medem comienza a usar simbolismos que hasta un servidor pilla a la primera: el halcón y la paloma, la caverna y la luz, el mar como útero, las puertas… todo con ese estilo entre naturalista y pedante que suele impregnar a los personajes del director. Después, la cosa empeora: el retrato de los jóvenes prodigios de la escuela hippiesca donde estudia Ana (más que aceptable Manuela Vellès) es frívolo y alejado de la realidad en extremo (¿Mecenas? ¿Aquí hay mecenas?). Aparecen los personajes secundarios, poco menos que estereotipos con patas: el jóven artista árabe torturado/súperdotado; la amigaza odiahombres (normalita Bebe); el performancer “provocador”; los homosexuales en plena faena… da todo tanta grima que parece que la intención última del director es criticar ese mundillo superfluo en el que, supuestamente, participaba su difunta hermana. Menudo homenaje…
Después viene el desarrollo de la trama sobrenatural: Ana descubre, accidentalmente y en presencia de una famosa hipnotizadora, una de sus anteriores “vidas”, y deciden que lo mejor para ella es hipnotizarla para descubrir más. La tarea recae en un joven discípulo de dicha hipnotizadora, un americano que habla como el rubio de los Morancos. En plena labor hipnotizadora, Ana siente el impulso de romper con todo, y de repente (literalmente), se encuentra en un barco rumbo a Nueva York, donde culmina su búsqueda en una grotesca escena que esconde todo lo que, en realidad, le interesa contar a Medem: “me cago en los USA”. Y dicen que Tarantino es vacío…
Por supuesto, no faltan las referencias al 11-S (con metafórico plano de las torres gemelas destruidas incluido), ya que está ambientada en el 2001, ni a la guerra de Irak, ni al conflicto saharaui (culpa también de los States). Medem descubre sus cartas al final y confirma que tanto caos formal esconde una simpleza pueril en el discurso. Pero a esas alturas, la verdad es que la peripecia vital de Ana me importaba más bien poco.
Técnicamente, Medem es capaz de mezclar imágenes potentes visualmente (los “flashbacks” de Ana, los cuadros) con el cutre-look del video digital de gama baja, algo que también ha hecho recientemente David Lynch. La diferencia entre ambos es que Lynch construye una atmósfera gracias a ese material, y Medem salta de formato en formato, sin más.
Para poco más da esta ‘Caótica Ana’, uno de los resbalones más sonados del cine español reciente. Yo, por mi parte, espero que Medem sea capaz algún día de hacer una película para alguien más que para él mismo. Un 2.
Lo mejor: Manuela Vellès, de largo. Bueno, y el reencuentro con el padre con música de Antonio Vega.
Lo peor: Que se venda como atrevida cuando sólo consigue ser patosa.