Re-Animator
El denominado cine “gore” se inspira en historias que remiten a los aspectos macabros de la existencia humana, tales como la sangre, vísceras, y la carne sometida a todo tipo de violencia que provoca la vejación del ente humano en su dimensión material, lo cual puede originar un torbellino de imágenes que afectan a las sensaciones, específicamente la repugnancia, explotando una temática tan universal como el miedo a la muerte, pero desde sus manifestaciones puramente morbosas. En consecuencia, podemos afirmar que el “gore” crea la sensación de horror más primaria de todas, casi el sufrimiento primordial; el humán prehistórico que ve su carne desgarrada por la zarpa de la bestia o contempla aterrado cómo las fauces de dicha bestia decapitan al cuerpo de alguno de sus semejantes.Stuart Gordon dirigió este magistral ejercicio de cine gore sustentado sobre la intención de hablar del miedo a la muerte y del deseo de vencerla, esa inmutable calavera del terror que, en este caso, se expresa mediante una punzante mirada que aglutina con pericia tonalidades como la sátira, el cinismo, la ironía, el humor macabro y la sensualidad sadomasoquista.
A pesar de moverse sobre un terreno “underground”, el cineasta y sus guionistas demostraron la debida preocupación por narrar una historia, sin caer en el error – tan habitual en este tipo de cine – de subordinar la significación de la cinta a un mero y descontrolado show de hemoglobina y vísceras. No. En la película de Stuart Gordon el comienzo y el final se solapan para articular el discurso en torno a un hilo argumental básico, representado en el personaje al cual vemos en las primeras secuencias intentando reanimar el cuerpo de un muerto, seguido de la posterior desazón por la sensación de impotencia inducida ante el echo de convivir con la muerte. En la última secuencia, ese mismo personaje vuelve a enfrentarse con la muerte, nuevo fracaso, en esta ocasión reforzado por la pérdida de su amada fémina, lo cual motiva la última acción macabra, el merecido colofón a la sugestiva orgía de lo dantesco. Creo que ya se ha dicho, merece la pena repetirlo; en el lenguaje cinematográfico, la imagen – o imágenes – que abre el relato y la imagen que lo cierra juegan un papel fundamental. Re-Animator es pura y perfecta estructuración y articulación del relato, sin andarse con innecesarios rodeos; sencillez y precisión.
El otro gran handicap lo vemos materializado en la figura del científico loco, caracterizado a modo de un Doctor Frankenstein tosco y cínico, el cual tiene una excelente contrapartida en su competidor de perfil aguileño y repulsiva expresión caricaturesca, y a quien veremos sosteniendo su propia cabeza en algunos de los pasajes más delirantes del filme (en verdad, en esta película, la ciencia y los científicos están representados con un elocuente sentido satírico, y buenas dosis de mala uva). El suero milagroso es el que proporciona la metamorfosis y el paso que va desde la humanidad consciente, o ya muerta, a la del puro autómata, esa mímica gestual que caracteriza la figura del zombi y que induce una sensación de horror enclavada en el miedo primordial al que hacíamos referencia al inicio del texto: la repugnancia surgida a raíz de esos movimientos automatizados, esos gestos de pura locura sin conciencia, la no-muerte pero que tampoco es vida. Para ser más concisos: el ser humano en un terreno desconocido, desprovisto de alma, esclavo de los caóticos movimientos reflejos del sistema nervioso, donde ya nada tiene sentido.
Ése rasgo del zombi es el que remueve unos temores muy hondos, y la película que hoy nos ocupa explota con ingenio y con apabullante sentido de lo grotesco la característica zombi que acabamos de describir, y así, sustentado con elementos perturbadores de gran relevancia en lo que a impacto psicológico se refiere, fluyen las sensaciones del horror a la vez que caminan sobre tonos de macabra comicidad, mediante un inteligente uso de la dinámica narrativa y de todos los resortes que entran dentro de las posibilidades propias del relato cómico-siniestro. En síntesis y con simplicidad; es una película con dos caras o dimensiones de significado. La del horror profundo, y la de la sátira divertida y frenética.
En conjunto, una incontestable obra de arte, perfecto ejemplo de que lo kistch y lo “underground” no están exentos de ser materia a partir de la cual representar cinematográficamente ideas o relatos cargados de ingenio y de una mirada penetrante y provocadora sobre el mismo universo kistch en el que se mueven. A Robert Rodríguez le vendría bien aprender la lección, si quiere que le consideremos un artista. Esto, es arte. Su película, es refrito.