Lo tiene casi todo para ser una mala película, pero no es así. El buen hacer de Spielberg, la magnífica labor de montaje, el diseño de producción y el apabullante acompañamiento musical de John Williams consiguen hacer de esta película un divertiment

★★★☆☆ Buena

Indiana Jones y El templo maldito

El templo maldito situa la acción un año antes de la búsqueda del arca perdida, por lo que puede tener el apelativo de “precuela”, una especie de aventura marginal en la que el héroe Indiana Jones es partícipe de una trama en torno a oscuros rituales de La India. El prólogo, en un restaurante de Shangai, es de antología y marca el arranque de un ritmo inquebrantable en una de las películas más frenéticas de la filmografía de Spielberg, sin dar respiro al espectador, va secuenciando situaciones a cada cual más aparatosa, sin perder la capacidad de entretener, pero con menos estilo que en El arca perdida.

Su predecesora, como ya habíamos dicho, tenía virtudes a raudales en los distintas facetas que puede ofrecer este tipo de cine. Un espectáculo articulado mediante una historia sencilla pero vivificada a base de personajes -modelo manejados con soltura, algunos de ellos incluso demasiado estereotipados, y aun así la película nunca caía en un desenfreno ridículo o saturado de tópicos. Desgraciadamente, y es algo que tanto Spielberg como Lucas han afirmado con pesar, en esta ocasión no estuvieron tan finos.

Decíamos que lo importante no era la complejidad, sino caracterizar personajes con garra y sin caer en el cliché. Kate Capshaw, para desgracia de todos reina de la función, no solo es un personaje estereotipado y molesto por sus excesos expresivos, deviene en un figurín ridículo en forma de loca que se pasa todo el rato pegando gritos y diciendo estupideces varias. El personaje de Willie supone una importante rémora en el estilo, el cual termina por invadir la mayor parte de las secuencias. Por otro lado, el nuevo acompañante del héroe es un niño que poco aporta aparte de tener su momento lacrimógeno, en la línea del Spielberg más endeble y facilón, y además sabe kung-fú. Con todo esto tenemos que la película pierde fuelle porque no hay un solo personaje carismático que acompañe a Indiana Jones, al contrario que en El arca perdida, donde el conjunto de perfiles acompañaban a la perfección, configurando un espíritu colectivo de aventura. Aquí, en cambio, la rubia gritona y el niño hacen de mera comparsa anecdótica, no estan integrados en el estilo que caracteriza a Indiana Jones y que constituía la celebrada singularidad de una obra paradigmática. En síntesis, el tono de la aventura degenera en banalidad y en circo vulgar, si nos fijamos en las escenas de acción.

Cuando la imaginación escasea, es natural recurrir a diseños y espacios de parque de atracciones ( o de videojuego), montando al espectador en una montaña rusa , como vemos en la persecución llevada a cabo por los secuaces de Mola Ram en una escena, a pesar de ello, dotada de un ritmo trepidante, así como al humor infantiloide. Situaciones forzadas y demasiado artificiosas, con lo cual al guionista se le ve el plumero: Tapón siempre pisa y pone la mano donde no debe y en el momento justo., Willie pone el culo en el lugar menos indicado. Son trucos fáciles y estereotipados que banalizan el tono global.

Por la fisonomía de los elementos en juego – tópicos, situaciones y personajes excesivamente estereotipados y carentes de imaginación – El templo maldito lo tiene casi todo para ser una mala película, pero no es así. El buen hacer de Spielberg, la magnífica labor de montaje, el diseño de producción y el apabullante acompañamiento musical de John Williams consiguen hacer de esta película un divertimento muy digno. La escenas del ritual en el interior del templo son impresionantes, la coreografía, la presencia de Mola Ram ( un malo circense y tópico, pero tiene sus momentos) , el brillo de los diamantes en el interior de las piedras sagradas, la transformación de Indiana en secuaz del poder oscuro, y la liberación de los niños esclavos, precedida por un fotograma en el que vemos a Indiana con expresión omnipotente, tras arrear el debido puñetazo. Una escena que expresa con elocuencia el resurgir del héroe y ese carácter sobrenatural que le es propio.
publicado por José A. Peig el 2 agosto, 2007

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