La saga de Harry Potter empieza a ser cinematográficamente sólida cuando a lo encantador y lúdico de sus diseños y de sus particulares “tics”, se le une un contenido expuesto con claridad, ganando en fuerza dramática.

★★★☆☆ Buena

Harry Potter y la cámara secreta

Siguiendo los pasos marcados por la escritora J. K. Rowling, Columbus vuelve a dirigir en la nueva aventura del niño mago más popular de todos los tiempos, en una continuación y extensión del universo presentado – de forma encantadora, pero demasiado banal en el abordaje de la historia, como ya explicamos -, más que una progresión de la historia precedente, es una ampliación de la información respecto a la situación y las circunstancias del misterio y la amenaza que envuelve a la escuela de hechicería, Hogwarts. La película insiste en la extraña relación y similitud entre Harry Potter y el mal personificado en Voldemort, o mejor dicho, en cómo el pasado de ambos convergen, la salvación del uno fue la derrota para el otro, el poder de Voldemort transferido a Potter en un momento crucial. Harry descubre en sus poderes y habilidades un nexo común que lo unen a las cualidades de la casa de Slicerin y a la oscura leyenda que arrastra. En ello, Harry se plantea preguntas sobre su verdadero origen.

En cuanto a Voldemort, descubrimos que se hacía llamar Tom Riddle en su adolescencia, y que ya entonces conspiraba para eliminar a todos aquellos, según los postulados de Slicerin, que eran de sangre sucia, esto es, hijos de gente no mágica. Ese racismo hechiceril comienza a cobrar peso argumental como ardid para contar una historia sobre luchas por el poder y la influencia en el universo de Hogwarts, el cual, a partir de ahora, ya no es solo un mundo de disfrute a base de chismes y anécdotas mágico-delirantes, duendecillos y demás “tics” propios del “estilo Potter”, ahora comienza una historia más siniestra, con un tono mucho más adulto.

No obstante, el problema de “la piedra filosofal” no era su condición de película infantil, sino su trama, débil y demasiado dispersa. En cambio, en “la cámara secreta”, aparte de ser un relato oscuro y no exento de algunos detalles macabros, la historia consigue progresar sobre un hilo conductor muy claro y omnipresente: la amenaza oscura de una conspiración y un terror guardado en los rincones secretos de Hogwarts. Los guionistas, y el director, no pierden el tiempo con ínfulas sentimentales sobre los papás del protagonista o sobre los partidos de fútbol a caballo de una escoba, o sobre cómo se hace o se pronuncia tal o cual hechizo, al contrario que en su precedente, en la que a fuerza de querer mostrar mucho, pocas posibilidades de desarrollo había.

“La cámara secreta”, en cambio, cumple con brillantez su papel de relato de misterio, un relato de misterio en una atmósfera gótica y utilizando un tono cada vez más sombrío, lo cual se traduce en un aumento de la fuerza dramática, muy de agradecer. “La cámara secreta” no solo divierte, también maneja un inteligente suspense y nos ofrece algún que otro momento escalofriante. Lo que en “la piedra filosofal” no terminaba de arrancar, ese sugestivo decorado producto de una de las mejores direcciones artísticas que se han visto en los últimos años pero desprovisto de la adecuada intensidad y eficacia narrativa, aquí expande sus posibilidades a modo de folletín visual alucinante por momentos, tibio en otros, pero siempre interesante, nunca olvida la historia que se quiere narrar.


Los elementos mito-poéticos – duendes, varitas mágicas, fantasmas, recuerdos en un libro olvidado, un rastro de arañas que nos guía hacia el oscuro bosque, las lágrimas curativas de un ave Fénix, etc – ya no son solo un decorado muy bonito de ver, sino que ahora es el marco inherente a la propia historia de Harry y sus amigos.

De ahí que tengamos un buen ejemplo de cine palomitero con alma y singularidad propias. A la claridad narrativa en una historia centrada en un leit-motiv muy concreto, se le suma un espacio mitológico que es característica definidora del estilo. Contenidos y perfiles humanos forman un todo desarrollado y coherente junto con las formas, tanto las del diseño gráfico como en la eficaz dirección. Hablamos de lo mínimo exigible en una buena película de aventuras, a pesar de que siga arrastrando algunos problemas, tal vez sobra el personaje interpretado por Kenneth Branaght, participante de lujo, pero encarnando a un personaje insustancial.

Concluyendo, la saga de Harry Potter empieza a ser cinematográficamente sólida cuando a lo encantador y lúdico de sus diseños y de sus particulares “tics”, se le une un contenido expuesto con claridad, ganando en fuerza dramática. E insistimos: cine de entretenimiento no quiere decir “cine vacuo“. Las películas entretenidas también deben encontrar su “poso” de profundidad, su identidad como representación fílmica de un mundo. “La cámara secreta” no es una obra de arte, pero cumple éste requisito con moderada solvencia.

Por eso, ésta es una película decente, mientras que “Transformers” -por poner un ejemplo actual – es caca de vaca…
publicado por José A. Peig el 11 julio, 2007

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