Quédate a mi lado
Siempre he pensado que para dramas, la vida real es, por desgracia, una fuente inagotable. Además, considero el cine como una manera de evadirse de la rutina, de lo cotidiano y de los problemas, y quizás por eso la ciencia ficción es uno de mis géneros favoritos y el drama el menos apreciado.Quédate a mi lado es un drama en toda regla, al que el talento y el renombre de sus dos protagonistas principales femeninas, Susan Sarandon y Julia Roberts, salvan de ser un telefilme.
La terrible historia que narra es la de una madre separada que es diagnosticada de cáncer y que dedica sus últimos meses a preparar a sus hijos para vivir con su exmarido y con su nueva mujer, con la que hasta entonces no había tenido buena relación, pero a la que habrá de confiar el cuidado de sus vástagos.
Las interrelaciones ente los personajes, la paulatina aceptación entre unos y otros y el acercamiento de las dos mujeres otrora enfrentadas, constituyen el eje central de este filme que se alarga durante dos horas.
Siendo un asunto tan espinoso y delicado, por el que deben pasar muchas personas, lo mínimo que se puede pedir es que se trate con la menor escabrosidad posible, lo que hay que reconocer que se ha tratado de hacer con éxito.
Evidentemente, en una producción de este tipo, los aspectos técnicos son, por decirlo de alguna manera, secundarios. La banda sonora está perfectamente acoplada a los tempos del filme, ayudando a intensificar las percepciones del espectador en cada momento.
Poco más puedo decir de esta película, excepto que me he visto obligado a verla por el empecinamiento de mi hermana, que disfruta con los dramones como un niño chico en una piscina. De ella es la responsabilidad de que me haya quedado con tan mal sabor de boca por la tristeza que provoca contemplar una tragedia que puede ocurrirle a cualquiera. En cualquier caso, aceptable como película.
Lo mejor: La oportunidad de ver a dos actrices como Susan Sarandon y Julia Roberts juntas. Y al desagradable y antipático de Ed Harris junto a ellas.
Lo peor: La vida real ya es de por sí demasiado dramática como para añadirle penas desde la gran pantalla.