Takehis
Takeshi Kitano se autoreivindica. Pero lo hace con un registro paródico realmente extraño, y muy alejado de la sobriedad con la que solía presentar sus obras (a excepción de Getting Any?) . Takeshis’ está diseñada para ser odiada o alabada, según el público con el que se cruce. Takeshi-san ha querido resumir lo que ha ido diciendo hasta ahora con sus anteriores filmes, pero añadiendo unas propuestas necesarias para cualquier cinéfilo. El argumento de la historia, como suele pasar en la mayoría de sus filmes, se puede resumir muy brevemente. Un encargado de supermercado es físicamente igual que un famoso del mundo del espectáculo, y sus vidas se empezarán a cruzar en espacios reales y de fantasía. Ambos personajes están interpretados por Kitano, hecho que remarca aún más todo el contenido auto-paródico de la cinta.Los juegos de planos y contraplanos con los que Kitano nos ha deleitado siempre, siguen teniendo su presencia en Takeshis’, pero en menor cantidad. La película se centra mucho más en querer repetir escenas de acción una y otra vez. Parece un abandono definitivo del género de acción, por su parte, ya que con la reiteración consigue que el espectador llegue al hastío deseado. El filme es, en sí mismo, una inmolación declarada. Aquellas miradas perdidas en el horizonte son interrumpidas aquí por personajes que aparecen de la nada, ni tan sólo nos da tiempo de pensar qué habrá en el fuera de campo. Lo que hay detrás de la cámara es la película en sí, por decirlo de algún modo.
No es recomendable buscarle un sentido exacto a cada secuencia, ya que es fácil que no vaya atada a ninguna parte. Los flashbacks vuelven a engañar como en Hana-Bi, las escenas oníricas entran y salen cuando les apetece… pero sin caer en el disparate nonsensu. El ritmo es lo suficientemente hipnótico como para dejarse llevar a través de un delirio algo felliniano, y las conclusiones que se saquen del conjunto variaran según los ojos que lo miren. No hay una explicación concreta en la película, sino un juego de espejos en un gran montaje cinematográfico. El eje se llama Takeshi Kitano y, a más se conozca a este autor, más se puede rascar de la película para sacar información. Aunque, seguramente, esta no sea la intención real del filme. Es más recomendable mirarlo con los mismos ojos autoparódicos con los que uno de los mejores directores del mundo ha querido firmar su obra más “rara”.
Sabe un poco mal descubrir en Takeshis’ que sea el mismísimo Kitano quien quiera enterrar el yakuza-eiga, tan de moda hoy en día. Sus disparos pasan a ser constelaciones conocidas por todo el mundo, y sus trabajos de extorsión están más en audiciones y fantasías, que no en el centro de un argumento cuerdo. El divertidísimo gag de la cigarra parece sintetizar la idea de acabar con un arquetipo en concreto. Pero hay otro cambio significativo. Ya no estamos ante un filme que podría parecer un conjunto de imágenes estáticas filmadas con cámara fija. Esta vez, sólo hay un personaje que actúa autistamente, el resto se mueven con un desenfreno enervante. Quedan muy lejos los protagonistas de Boiling Point, Una escena en el mar o la pareja de enamorados de Dolls. Y el personaje que solía interpretar Beat Takeshi (nombre de Kitano cuando se acredita como actor), que era ese policía cara-de-palo con estallidos de violencia, pasa a ser un simple payaso tristón. Con su última película, ha querido dejar patente su faceta de iconoclasta, quizá para que Japón, de una vez por todas, no le vea como el cómico que fue antaño. ¿Es Takeshis’ una rendición al arte fácil, o es la confirmación de que Kitano acaba de sentar unos principios para que nadie vuelva atrás?