Teléfono rojo volamos hacia Moscú
A pesar de que la comedia nunca ha sido el género que más me ha agradado, excepto excepciones puntuales, Teléfono Rojo. Volamos hacia Moscú ha sido una de las películas que más me ha impresionado, de una manera tremendamente grata. El humor surrealista, absurdo, y sobre todo basado en la banalización de un problema que en aquel contexto histórico atenazaba al mundo, me mantuvieron embebido durante todo el metraje de esta magnífica comedia de Stanley Kubrick.Básicamente, el argumento se basa en la paranoia anti soviética de un general americano, que le lleva a ordenar un ataque nuclear contra Moscú sin consultarlo con nadie. Rápidamente, el gobierno se pone en marcha para intentar evitar el holocausto.
La ridiculización de los militares, que aparecen como descerebrados belicosos, y la simplificación y minimización de la figura de los políticos ante estos, alcanza puntos gloriosos en las escenas protagonizadas por un vehemente George C. Scott, que dota de gran dinamismo a los brillantes diálogos que conforman las diferentes escenas.
Una forma divertida, entretenida y extremadamente ingeniosa de tratar un asunto tan delicado como la guerra fría, que tantas veces estuvo a punto de llevar al mundo al desastre.
Lo mejor: Una demostración de ingenio en cada uno de sus diálogos.
Lo peor: Que no se hagan más películas así.