El retorno de los malditos
Aunque eso de segundas partes nunca fueron buenas suene a tópico y existan muchas continuaciones mejores que sus predecesoras, lo cierto es que por norma general sí que suele haber una disminución de calidad a medida que las sagas van acumulando títulos.El retorno de los malditos cumple esta máxima a rajatabla, y si tenemos en cuenta que el filme del que procede, Las colinas tienen ojos, es de por sí un bodrio, pues ya se pueden imaginar la magnitud de la ofensa al séptimo arte que supone esta aberración. Lo cierto es que poco más se podía esperar de Wes Craven, trasnochado y repetitivo hasta la saciedad, con una escasez de recursos creativos monumental y una obsesión por la muerte sangrienta y viscosa que roza lo psicótico.
En este caso, el castigo comienza con una expedición de miembros de la Guardia Nacional estadounidense, que se encamina a hacer una entrega de material a un campamento de investigación científica de Nuevo México. Cuando llegan, se encuentran con que no hay ni un alma por allí, pero al ir a buscarlos a las colinas que lo circundan, empiezan a salir mutantes devoradores. Esto es todo. El reparto, como suele ser habitual en estas basuras, lo conforma un grupo de semidesconocidos (nadie que tenga un mínimo de prestigio aceptaría protagonizar semejante disparate). En cualquier caso, hay que tener claro que las películas de este subgénero se orientan básicamente a un público adolescente que sólo busca pasar un rato divertido con los amigos en la tarde del sábado. Por eso hay que decir en su descargo que es una producción sin pretensiones, que no intenta aparentar lo que no es ni cae en la tentación de enviar mensajes moralizadores. Es muy mala, pero honestamente mala. Sin subterfugios.
Lo mejor: No pretende aparentar lo que no es ni lanzar mensajes moralizadores.
Lo peor: Son tantas cosas...