Luces de la ciudad
Abrumado por el cine sonoro -que llevaba ya dos largos años de éxito- Chaplin decide hacer una película “sonora”… pero sin diálogos. Luces de la ciudad -contra todos los pronósticos- resultó ser un film sólido, casi sin baches, con la excelente interpretación de Charles de siempre, pero agregándole, una pizca más de sutileza e incorporando nuevamente el melodrama, o quizás de una forma más seria; como lo hiciera ya exitosamente en la famosa El Pibe.La única crítica -como sucedía en casi todos sus cortos mudos- es un pobre montaje y una cámara demasiado estática, siendo todo generalmente reducido a un único plano, en donde transcurre toda la acción. Contenido en detreimiento de la estética.
El hallazgo de la escena inicial -comentada hasta el hartazgo- en la que la florista lo confunde con un millonario, es la base y el pilar fundamental de todo el film (junto a la lucha por hacer actuar “correctamente” a la ignota hasta ese momento actriz). El sentimentalismo final nunca llega a ser excesivo como en otros casos de su filmografía.
Los últimos momentos son de una ambigüedad inédita en su cine hasta el momento, dejando de lado los finales felices -a veces introducidos a la fuerza-, apostando por una agridulce, lógica y bella culminación.
También esta es la escena -junto a la ahora vidente florista y a un vagabundo más harapiento que nunca- de una poesía y sentimientos, tan solo comparable a la mantenida en el reencuentro en la camioneta policial junto al pequeño Jackie Coogan en El Pibe. Una conjunción exacta entre lo naif de sus cortos y la inminente y próxima “seriedad” de Charles.
A primera vista, y teniendo también en cuenta a La Quimera del oro y El Circo, Luces de la ciudad sería la obra definitiva en cuanto se habla del personaje y vida del mudo vagabundo.
Resumen: Charlot salva la vida de un millonario borracho, éste traba amistad pero lo desconoce totalmente cuando está sobrio. Antes, se enamora de una florista ciega, a la que termina pagándole su operación para volver a ver, confundiéndolo ésta con un hombre millonario. Es acusado de robo y al salir de la cárcel, reencuentra a la florista que solo lo reconoce -y se desilusiona- al tocarle la mano.