El número 23
Joel Schumacher se pasa al thriller sobrenatural y psicológico con El número 23, un filme de argumento prometedor e interesante al que las limitaciones de su director y de parte del reparto han convertido en una película vulgar. Partiendo de un brillante y arrebatador comienzo que genera ilusiones, el ritmo cansino y lento se va imponiendo a medida que avanza el metraje, lo que unido al intento de abarcar demasiadas áreas sin centrarse en ninguna, acaban provocando aburrimiento y cierto hastío.Al final, uno tiene la sensación de estar ante una historieta con varias moralejas diferentes y pretensiones filosóficas, en vez de ante una buena cinta de terror, que es lo que realmente se esperaba de ella. El hecho de que su protagonista principal sea uno de los mayores histriones de la historia, que nunca ha tenido muy clara la diferencia entre actuar y hacer el imbécil, tampoco ayuda.
Y es que la cara de Jim Carrey se asocia con muecas y gestos extraños, pero difícilmente con pavor o miedo, a pesar de sus reiterados intentos por parecer un actor dramático de verdad y conseguir así dos de sus metas principales, que desde hace tiempo son granjearse el respeto de la Academia para que le premien con un Oscar y ser considerado un actor de verdad. Posiblemente consiga la primera de las dos algún día. A pesar de todo, en esta película se observa con claridad que el problema principal es una mala dirección de actores, un muy deficiente desarrollo del guión y una búsqueda exagerada del susto puntual más que del terror. Para echar una cabezadita en el cine, o tener un original posavasos cuando sea editada en DVD, podría servir. Por lo contrario, si lo que desea es pasar una buena tarde o noche de suspense, en ningún caso se plantee tirar el dinero en la entrada.