Lo malo de ir acompañado al cine es que no siempre escoges lo que quieres ver. Así que esta vez volví a tener que soportar dos horas (encima estas películas malas duran siempre dos horas) de éxito comercial y mediocre.

★★☆☆☆ Mediocre

Hannibal: El origen del mal

Lo malo de ir acompañado al cine es que no siempre escoges lo que quieres ver. Así que esta vez volví a tener que soportar dos horas (encima estas películas malas duran siempre dos horas) de éxito comercial y mediocre.

Creo que quieren imponer por ley uno cuota mínima de cine europeo en las salas. Los distribuidores argumentan en contra que les llevaría a la ruina, porque a groso modo el cine europeo no da más del siete por ciento de los beneficios. Hollywood en cambio hace expresamente el tipo de películas que los chavales demandan y por tanto da mucho dinero. Esto es una realidad obvia, y la consecuencia es que supuestamente todos los que amamos el cine de calidad, especialmente cinéfilos como yo, deberíamos de alegrarnos.

Yo soy un espectador muy atípico, creo. Cuando yo decido, sé qué es lo que voy a ver, y nadie me tima. Lo consigo en primer lugar husmeando en las historia, y así veo películas cuyo tema me interesa. No suelo elegir películas por sus actores o sus arquetipos. Lo haría con Gary Cooper, pero está muerto (como todo el mundo sabe, Gary Cooper está en los cielos). En segundo lugar controlo un poco de los directores que son buenos y los que son del montón, es muy simple, los malos no se me quedan en la cabeza por más que me marketinicen. En tercer y último lugar, cuando dudo puedo tirar de la crítica, siempre con un poco de cuidado porque también los críticos son humanos y, como tales, tienen sus gustos, además de sus patrones en muchos casos.

Con esta metodología simple me he librado por ejemplo de Torrente y sus secuelas, películas que copian la razón del éxito americano. Y también he disfrutado de Gladiator de Ridley Scott o Gungs of New York de Scorsese, que prueban que Hollywood puede hacer buenas obras si quiere, el problemas es que normalmente no quiere (le basta con hacer una bazofia de hamburguesa que todo el mundo come).

Creo en la libre competencia de ideas, por eso me parece mal esta medida. No quiero trabas aunque parezcan tener sentido, el trabajo bien hecho puede ir sumando poco a poco e invertir la situación, sólo se necesita la inteligencia del espectador. Y claro, si los poderosos quieren consumistas y no librepensadores, pues darán al público lo que quiere. Es más, yo creo que al público no hay que darle lo que quiere o lo que espera, sino lo que tú quieres darle. Sólo así se mueven un poco las células del pensamiento.
publicado por Josini el 25 marzo, 2007

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