Destino final 3

Cuando uno paga una entrada para el cine (con todo lo que conlleva hoy en día), al menos espera encontrarse con un mínimo entretenimiento. Por muy superfluo y banal que resulte. Pero hay ocasiones, los últimos años demasiadas, en las que uno recibe la bofetada de la realidad más triste e hiperbólica. “Destino Final 3” es uno de los productos que con mayor facilidad nos acerca a la definición más exacta de “bodrio”. Lo que se le roba al cine al menos nos ayuda a recrear gráficamente las definiciones de la Real Academia Española.

Aquí, hasta el divertimento esconde su cabeza por vergüenza a ser reconocido. No se puede realizar una crítica extensa sobre este film, ya que no hay nada que reseñar, y mucho menos positivo. Salvo el aspecto puramente estético y efectista, en el que se evidencia su elevado presupuesto (¿qué cerebro ególatra podría malgastar tanto dinero privándonos injustamente de la posibilidad de invertirlo en proyectos mucho más interesantes y, sobre todo, inteligentes?), el resto es absolutamente anodino y rayano con la estupidez.

Tenemos al grupito de adolescentes (a veces no tanto) estadounidenses tópicamente contemporáneos, los hormonados y guaperas que vemos en todas las películas de esta calaña. Eso sí, ahora con un poco más de variedad, ciertamente divididos entre “pijos” adinerados, porción selecta de la sociedad más puramente elitista, y “macarras”. O, mejor dicho, “macarras pijos”.

Cogemos una batidora, unimos a los protagonistas del accidente de avión con los del accidente de la autopista, aderezamos las ideas de los primeros con la brutalidad de los segundos, y obtenemos los rompedores personajes de la montaña rusa. Sólo que aquí se estrujan menos la sesera y no construyen las teorías ultra-inteligentes y elaboradas que realizaban sus compañeros de anteriores entregas para burlar a la muerte (¡quién fuera muerte para pasar un rato tan tronchante a costa de esa gentecilla!).

Parece que la película quería ser más realista y retratar con mayor veracidad la sociedad llana y sencilla del país. La película es una vuelta de tuerca y una copia de todos los elementos de las dos entregas anteriores. Y si éstas eran ya prescindibles, la tercera se queda en algo puramente absurdo e irrelevante. No posee el aliciente “novedoso” (si a eso se le podía denominar así) de la primera, ni la brutalidad salvaje y “gore” de los accidentes de la segunda, que contentaba a los fans más acérrimos de la galería más morbosa y violentamente atrayente.

Es, para más inri, un compendio suavizado de ambas y nada arriesgado.Eso sí, algunos accidentes, sin ser tan espectaculares ni salvajes como los de la segunda entrega, sí que contentarán a los seguidores de lo gratuito. Pero en este film hasta eso se ve reducido a momentos. Y nos conduce, como su ansiado final, a una nueva situación de “déjà vu” e intuición de lo que va a suceder. La única escena que puede definirse como “idea”.

Uno se plantea si, ante películas como ésta y por cómo está degenerando el cine, debería retirársele al mismo la definición de “séptimo arte”. Al menos películas como “Destino Final 3” no deberían englobarse en dicho concepto. Por fortuna, aún tenemos soplos de aire que nos permiten respirar y disfrutar del verdadero sentido del celuloide. Aunque cada vez se vayan diluyendo más y más. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, por muy desoladora que sea la situación. Esperemos que no haya que declarar todavía el estado de alarma.

Tampoco es necesaria una crítica aclaratoria en relación a lo que te atienes al ver una película de tales características. Creo que los buenos entendedores (vamos, los que saben simplemente leer) al ver el cartel ya saben lo que hay en su interior. Eso sí, nunca vendría mal un aviso de que, como el tabaco y drogas similares, perjudica seriamente nuestra salud. Pero cada cual es responsable de sus actos, y si se desea entrar al cine dejando la masa encefálica en la cola de la taquilla, lo cierto es que está en su perfecto derecho. Su médico, posteriormente, opinará al respecto.

Su recaudación en nuestro país, casi análoga al taquillazo del otro lado del charco, deja en entredicho nuestro supuesto avance en determinados aspectos y evidencia el gran parecido que tenemos con los citados compañeros ancestrales cuadrúpedos.

Es, evitando generalizar (si a estas alturas eso es posible en el mundo del cine, por los derroteros que ha tomado y porcentajes mayoritarios que ha adquirido), lo que nos ofrece el paso del tiempo y la instauración de nuevas generaciones. No perdamos más el tiempo. No lo merece. Simplemente demos las gracias a James Wong por retomar la dirección de la primera entrega y aclararnos que lo suyo no es una casualidad y que es todo un experto en las definiciones gráficas.

Definición de “bodrio” por parte de la RAE: “Cosa mal hecha, desordenada o de mal gusto”. Vamos a ir colocando otra imagen de una película a su lado.
publicado por Iñigo el 29 marzo, 2006

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