Mi noche con Maud
Rohmer desvela con sus artes un estilo heterodoxo y muy personal de hacer cine en donde, quizá la forma no lo resulte tanto, pero el fondo de sus historias son toda una aportación para el séptimo arte; especialmente esta película, la más sobresaliente en su trayectoria. El film comienza con los dos elementos clave, la predestinación y la libre elección de la persona surgidos en base de una indescifrable conversación de matemáticas entre protagonista y secundario plagadas de silogismos.Una vez puestas las fichas en el tablero solo queda disfrutar del nudo de la historia que es el pináculo de la misma, donde podremos ser testigos de una lucha por la firme defensa de los valores; quien el enemigo Maud, una hermosa mujer con mucha pericia, intentará subvertirlos en una nocturna encerrona que el amigo de Jean-Louis preparará. Como lo fue para mí “El Padrino”, de Rohmer se aprenden valores de la vida realmente ejemplares. Otro matiz destacable es que en esta historia no hay buenos ni malos, nadie es quien para juzgar la forma de obrar del individuo; haciendo de ésta una película más realista, lo que abre aún más el mar de incertidumbres y dudas al que se ve sometido el protagonista y el espectador ya que al adoptar ese enfoque todo pasa a ser más gris.
La película está hecha en clave de comedia y realmente resultaría atractiva como tal si la vista no me traicionara en un par de detalles bastante evidentes, como son el final, que tiene un giro reflexivo ( bastante breve, por cierto ) que delata un trasfondo de melodrama latente, que te deja un poco frío al finalizar el filme; el otro “pero” son los sets de iluminación los cuales parecen estar un poco hechos “a pelo”, es decir, si uno está acostumbrado a ver comedias podrá apreciar que la luz suele jugar un papel dulzón para envolver al producto fílmico de un aura azucarada del que realmente esta gran obra carece, por no decir que es la antítesis. Esto último puede sonar a connotaciones pero a veces un factor compensa al otro, como es el caso. Sin embargo se puede deducir que la iluminación busca otros propósitos.
Para concluir y como recomendación o no, solo diré que es una película difícil, visualmente poco atractiva (no por la fotografía, ojo, sinó por su iluminación) y con un gran guión que creo que lo compensa totalitariamente además de Jean-Louis Trintignant y sobretodo Françoise Fabian que en este
film hace acopio de elegancia e inteligencia. Una obra enfocada a un público más purista en el tema, en resumen.