Volver
“Volver” nos devuelve a un Almodóvar envuelto en los ropajes del costumbrismo bien entendido y mejor digerido, de una tradición que, en vez de colisionar con la modernidad, enlaza con ella para complementarse, sumarse y hasta multiplicarse.Para mí, lo más detestable del universo Almodóvar eran esos personajes extremos que, sinceramente, me parecían un auténtico coñazo. Nunca pude con tanto travelo-macho encerrado en el cuerpo de una mujer que, sin embargo, se enamoraba de una jovencita que, finalmente, tenía implantado un pene artificial y unas tetas de silicona.
Por eso, cuando Almodóvar empezó a filmar historias de corte más clásico, hablando de temas universales como la soledad, la pérdida del ser querido o el amor, su cine ganó muchos enteros. En esa línea estaban “Todo sobre mi madre” y “Hable con ella” y, con “Volver”, Pedro ha parido una obra maestra a la que no se le puede poner ni un sólo pero.
Ya en el arranque, los títulos de crédito, removidos por el inclemente viento de La Mancha, son una auténtica declaración de principios. Y, a partir de ahí, Almodóvar hace la presentación de los escenarios y los personajes, tanto principales y secundarios, en apenas quince minutos, con una concisión, una pulcritud y una capacidad de síntesis que convertirán al guión de “Volver” en materia obligatoria de estudio en cualquier taller de escritura cinematográfica que se precie.
Después, por supuesto, la historia. Una historia que entrecruza personajes, leyendas, mitos, supersticiones y secretos de familia, que mezcla el drama con la comedia, la ciudad con el pueblo, la gran casa familiar con el diminuto apartamento, la chismografía a la vieja usanza y la que utiliza a la televisión como amplificador para llegar a todos los rincones, etcétera.
Porque “Volver” está llena de detalles, de guiños y de gestos que unen y enlazan las dos Españas: la España rural y la urbana, la España de mitad de siglo XX y la que se despierta con el Milenio, la España de la cocina tradicional, el anís y el punto de cruz con la España del catering, los mojitos y la lycra. Dos Españas en las que, sin embargo, no son tan distintas las cosas, entonces y ahora, como bien se encarga de demostrar un Almodóvar en estado de gracia.
Y lo hace utilizando un rico, espectacular y glorioso reparto coral monopolizado por mujeres. Apenas si salen dos hombres en toda la película y lo hacen de forma tangencial y casi anecdótica. El género masculino, convertido por Almodóvar en mero Mc Guffin narrativo, lo que demuestra que la paridad por decreto, cuando hay genio y talento, no hace falta.
Con “Volver”, Almodóvar ha conseguido un rotundo y certero pleno: el calor de la crítica, el calor del público, un taquillazo y un peliculón. Ahora sólo faltan los premios. Que no tarden en llegar.