Domino
Vive deprisa y muere más deprisa todavía. Si atendemos al subtítulo que nos acabamos de inventar, este filme puede ser criticado de manera rápida: fútil, irregular y chatarra de culto.Pero no crea que nos ha parecido del todo desacertado ya que es leal a sus principios y cumple con todo lo que se propone, desde el primer mandamiento: provocarás a todos los que gastan su dinero en entradas de cine. Ahora bien, esto no es arte sino producto que de vez en cuando tampoco viene mal.
No importa que esté rodada sin orden ni concierto, con decenas de flash-backs y tirando de recursos publicitarios y de videoclips ligeros; el caos reina en Domino y Tony Scott (el hermano díscolo de Ridley) lo lleva por bandera, aderezado con un baño de humor y chulería, recuerdos de Beverly Hills 90210 incluidos. En términos cinematográficos, esta producción es torpe, traicionera y fullera, con un batiburrillo al que llaman montaje que denota lo equivocado (o no, y esto es lo curioso) que está el responsable de títulos como Top gun, Spy game, Marea roja y Fanático.
Pero como toda película del estilo (Asesinos natos, Amor a quemarropa, Pulp Fiction), Domino tendrá detractores y adeptos a partes iguales. He de reconocer que la historia de esta niña pija reconducida por el mal -y más interesante- camino me enganchó desde el primer momento, en parte por su tono paródico –visible en la realización del programa de televisión sobre el escuadrón de busca-malhechores- y su ligerísimo enfoque social, patente en la lección de dialéctica racial, con chinegros y otras pseudorazas.
La sorpresa de lo imprevisible es la única razón por la que uno puede digerir los cambios de ritmo, el desinterés de la segunda parte, los planos imposibles, los acelerones que nos dejan sin aliento y las ralentizaciones y momentos congelados en contraposición. No es plato fácil, así que llegados a esta línea, sube el número de maldicientes, seguro.
En el mundo de la ficción, el rotulito de ‘basado en hechos reales’ otorga a la historia que se cuenta cierto estatus de vehemencia, aunque tampoco es garantía de buen hacer ya que, para insólita, la vida de la auténtica Domino Harvey, que murió antes de ver el resultado. Ella dio su consentimiento para que contasen su frenético paso el mundo pero, como en toda ficción que pretende captar espectadores, hay más acción que respuestas a todas las preguntas que nos hacemos sobre esta mujer de armas tomar. Scott se limita a ofrecernos un par de cuadros para que nos mantengamos calladitos, sin convertirnos en los preguntones que destrozarían su iconoclasta largo.
No hay estilo al que agarrarse, sólo interpretaciones, por lo que lo mejor de la cinta –inclinándome de nuevo hacia los más críticos- es sin duda el coro y su protagonista: bella damisela metida a mercenaria a la que cuesta reconocer en su papel de macarrilla con estudios, caza recompensas que mira con desdén los años pasados que vivió subida en unos tacones. Un excelente trabajo, el de Keira Knightley, en una curiosa cinta, Domino, que pasará desapercibida, una percepción que uno tiene a medida que escribe sobre esta película hecha a partir de retazos, algunos mejor tejidos que otros.