Es como si ahora nos pusiéramos a hacer semiótica con la canción del verano y buscarle tres pies a un simple gato. Poseidón es el gato del verano. El gato gordo que va a hacer caja.

★★☆☆☆ Mediocre

Poseidon

Hay cierta cinefilia de talante estricto y de paso severo que no transije con productos como éste porque abundan en engaños y porque tal vez se escoran en exceso, y muy premeditadamente, de valores artísticos. El subgénero de catástrofe naval no ha dado en la historia del cine títulos remarcables y Wolfgang Petersen no ha hecho mucho por torcer la norma. Poseidón pierde agua en el guión, y no en la ola de no sé cuántos metros que lo tumba. Importa muy poco que haya actores como tampoco es relevante que a esos actores les hayan dado unas frases. Hay veinte minutos de película verbal y setenta ( menos mal que el metraje es razonable ) de efectos especiales. Y no malos, precisamente. Hemos oído muchas veces que el cine que carece de medios se abastece de ingenio. El cine es arte y, en ocasiones, negocio. O incluso negocio y, en contadas veces, arte.

Carente de ambición artística, Poseidón naufraga porque no necesita flotar para hacer taquilla. Precisa un trailer vitaminado de truculencias varias donde se manifieste la pasta gansa del productor y el no va más en efectos. En este caso, Poseidón alcanza sin estridencias la media aceptable de películas de artificio digital. El engaño es consentido y lejos de ser aviso para no volver a repetir experiencia semejante se torna semilla generosa de futuros abordajes a películas de la misma índole, a productos tan escandalosamente comerciales ( y desajustados de calidad estrictamente cinematográfica ) que incluso son excluidos de la habitual saña carnicera de algunos críticos de prensa de actualidad. Es como si ahora nos pusiéramos a hacer semiótica con la canción del verano y buscarle tres pies a un simple gato. Poseidón es el gato del verano. El gato gordo que va a hacer caja. La educación cinematográfica, que también existe, igual que la libresca o la musical pasa por ver estos bodrios cuando uno tiene, qué se yo, acné, o ojos grandes que se abren más ante el prodigio de los estudios y todas esas maquinitas al servicio del espectáculo puro y duro. Luego esa feligresía amable y poco exigente tendría que permitirse el gusto de ver otra cosas. Igual pasada la adolescencia, con sus vértigos y sus líbidos, ven un día La diligencia de John Ford. O M, el vampiro de Dusseldorf, de Fritz Lang. En fin, cine, arte, conocimiento, belleza. Evasión también, por supuesto.

Dicho esto, quizá consintamos ver Poseidón en un cine de verano, comiendo palomitas a una mano y vaciando un litro de coca-cola en la otra. Un buen ambigú daría el contrapunto metafísico ideal. Ah, salvo los dos primeros minutos del film donde una cámara omnímoda y perfecta barre el barco. Lo único real es el personaje que hace footing por cubierta. Lo demás, ya lo sabíamos, es mérito infográfico.
publicado por Emilio Calvo de Mora el 8 agosto, 2006

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