El próximo Oriente
Tengo una tremenda perra con esa expresión, “tolerancia”, referida a los inmigrantes. Siendo mejor que la intolerancia, por supuesto, no creo que ser tolerantes con los extranjeros y con las personas de otro color y otra raza sea suficiente. Tolerancia significa soportar, admitir y aguantar que existan, pero nada más. Significa dejarlos apartados, no mezclarse con ellos, trazar una línea divisoria que nos separe. Nosotros aquí y vosotros ahí, quietecitos y sin incordiar.Sin embargo, hay un barrio en Madrid, Lavapiés, que ha dado un paso que va mucho más allá de la tolerancia, tal y como el grandioso Fernando Colomo nos cuenta en su deliciosa, refrescante, utópica, desenfadada y feliz película “El próximo oriente.”
Ahora que la cartelera agoniza, con el único soporte de los piratas del Caribe, todos los que aguantamos en agosto en las ciudades y todos los que vuelven de sus vacaciones deberíamos ir en manada a disfrutar con una de las comedias más inteligentes y frescas de los últimos tiempos, con un elenco de actores tan desconocidos como maravillosos y con uno de esos guiones, modélicos y antológicos, que traen recuerdo de las grandes comedias de enredo del Hollywood más clásico.
Dos hermanos. Caín y Abel. Uno es guapo, pijo y trápala. Ha dejado embarazada a su amante blangladeshí y pone tierra de por medio, con su mujer e hijas. El otro es un pringao de libro. Un torpe e inepto gordito con un corazón tan grande que no le cabe en el pecho. Asumirá el papel del que su hermano ha huido por piernas y se meterá de lleno en los entresijos de una familia islámica, tradicional y conservadora de inmigrantes del Bangladesh que intentan sobrevivir en el Madrid del siglo XXI.
A base de risas, bromas, gags, réplicas y contraréplicas a cada cual más ingeniosa, caótica y desternillante, Colomo nos habla de temas tan de actualidad como el choque de civilizaciones, el racismo y la xenofobia, la dichosa tolerancia, la explotación de los más desfavorecidos, el miedo a la soledad y la inmigración. Y lo hace con una alegría y un desparpajo que demuestran que, para hablar de los grandes temas que afectan a la humanidad, no es imperativo el ponerse serios y solemnes.
Los personajes principales son de lujo, los secundarios, con la carnicera al frente, impagables y los actores que les dan vida están a la colosal altura que exige el guión, con unas interpretaciones repletas de matices y de expresividad.
“El próximo oriente” es una película que reivindica, por encima de todo, la alegría del vivir. Una de esas películas que te reconcilian con el mejor cine reivindicativo, crítico y escrutador de la realidad social de un país, pero rodado desde el humor, la inteligencia, la sabiduría y la experiencia de Fernando Colomo, una rara avis en el panorama cinematográfico español: ése que rueda lo que quiere, que cuenta las historias que quiere y que lo hace como quiere.
Querido Fernando, después de reír a mandíbula batiente con “El próximo oriente” sólo queda una cosa por decir: a tus pies, maestro.