La noche de los girasoles
Si esta película, en vez de transcurrir en un pueblo de Castilla-León, aconteciese en parajes de Iowa o Wisconsin y en vez de por guardias civiles, la investigación criminal fuese llevada a cabo por un sheriff tripudo y su joven ayudante, estaríamos oyendo y leyendo mil y una magníficas críticas acerca de un film de género negro absolutamente modélico y de libro.Si, en vez de venir firmada por un desconocido Jorge Sánchez-Cabezudo, llevase la firma de los hermanos Coen, estaríamos hablando de un nuevo clásico imperecedero del género noir. Porque “La noche de los girasoles” es una excelente película de género negro y criminal, basada en un portentoso guión que firma el mismo Jorge Sánchez.
¿De dónde ha salido este tipo? ¿Qué ronda en su cabeza? Ahora mismo, apenas unas horas después de sufrir y disfrutar con su película, no sé nada de él. Pero pienso enterarme y, desde ahora, hacerle un estrecho seguimiento. Porque “La noche de los girasoles” me ha fascinado, provocándome esa mezcla de repulsión y atracción que conlleva el asomarse, cara a cara, a lo más turbio, complejo y contradictorio de la condición (in)humana.
Pongámonos en antecedentes: unos jóvenes espeleólogos llegan a un pueblo, a investigar si unas recién descubiertas cuevas pueden tener algún atractivo desde el punto de vista turístico-arqueológico-científico. A la vez, un viajante de comercio va enseñando su muestrario de aspiradoras industriales por la zona. Los dos únicos supervivientes de una aldea abandonada se siguen peleando y el cabo de la guardia civil y uno de sus subordinados, que a la vez es su yerno, cenan en casa.
¿Cómo conseguir, con esas mimbres, una excelente película de género negro? Pues ésa es la grandeza del guión de Sánchez-Cabezudo. Utilizando recursos tarantinianos, jugando con el tiempo y el espacio, concatenando las historias cruzadas de unos personajes tan particulares como sencillos y corrientes, habiendo deglutido la seca y brutal violencia de los “Perros de paja” de Sam Peckimpah; estamos ante una película sin concesiones, apasionante, dura, devastadora.
Durante las dos horas de metraje, apenas hay tiempo para darse un respiro. – ¿De qué va esto? –, te preguntas continuamente. Y esto va… de lo que Jorge le da la gana. Y lo que le apetece es cambiar de registro, sorprender y hechizar al espectador cada cuarto de hora. Y lo consigue. Porque, como en los cadáveres exquisitos que tanto gustaban a nuestros surrealistas, cada segmento de la película enlaza con el anterior, pero sólo para darle un brutal giro a una historia que, sin embargo, acaba teniendo una coherencia total y absoluta, sin dejar ni un sólo cabo suelto.
“La noche de los girasoles” es una película de múltiples visionados, que pide a voces una edición de lujo en DVD que nos permita recrearnos en un puzzle tan ingenioso como bien rodado. Si hubiera que ponerle un pero… la música. A veces llega a ser cansina y demasiado obvia. Pero vamos, que ya ven ustedes el pero que le ponemos a una película extraordinaria y colosal que ya estoy deseando volver a ver.