Alatriste
Me ha gustado, pero.Así quiero comenzar esta reseña, sobre todo, porque ese “pero” representa el sentir general que percibí en la mayoría de la gente al salir del cine, mientras se estiraba, tras dos horas y media sentados en el cine.
Me ha gustado, sí, pero se me ha hecho algo larga. Y es que 241 minutos no pasan en balde. De hecho, hay quién le hubiese quitado media hora larga al metraje de este “Alatriste” que, eso sí, técnicamente es impecable.
Me ha gustado, pero Viggo Mortessen habla un tanto raro. Normal. Es un americano que habla español con acento porteño. Mucho es que no haya sido necesario doblarlo, como hubiera sido lógico, al contar con una gran estrella del cine mundial.
Los actores están geniales. Tanto el Mortessen principal como los secundarios. Si Noriega está bien, Eduard Fernández está mejor y, sobre todo, Echanove, Cámara y Dechent están de fábula. Como para hacerles un homenaje. Sin embargo, Únax Ugalde me sigue cayendo gordo y, sobre todo, los personajes femeninos salen ostensiblemente perjudicados en el reparto de papeles. Tienen los personajes menos agradecidos, los menos agraciados y los más incómodos. Eso sí, el magnetismo de Ariadna Gil sigue siendo el de siempre.
Me ha gustado, personalmente, este “Alatriste”, pero echo en falta un hilo argumental que le de coherencia a una concatenación de imágenes poderosas y bien resueltas. Es decir, ¿Por qué ahora van a la guerra? ¿Qué pasa con los lingotes de oro? ¿Por qué Iñigo acaba en galeras? Vale que la vida, a veces, te lleva por caminos imprevistos, impensados e inimaginables. Vale que la vida, a veces, no sigue un guión predeterminado y que las cosas pasan, sencillamente. Pero “Alatriste” es una película, no la vida.
No hay un argumento o una historia que te enganche y te inmovilice contra la butaca. No hay un guión que te emocione, no hay una simple anécdota que te haga prestar atención a lo que ocurre en pantalla. No hay una historia de amor epatante, ni una rivalidad enervante, ni un sueño, un desafío o un reto emocionante. Y, por eso, “Alatriste” acaba resultando algo fría y desangelada.
Quiero decir, que me ha gustado, pero que he echado en falta algo una narración más clásica, con su planteamiento, nudo y desenlace. Técnicamente es perfecta. El altísimo presupuesto está muy bien gastado y luce como los chorros del oro. Los trajes y vestidos, la recreación histórica y las batallas están perfectamente conseguidos. Pero.
Cuando las palabras Alatriste y Pérez Reverte aparecieron, al fin y por fin, en pantalla, me di cuenta de que me había movido mucho durante la película, había mirado la hora un par de veces en el móvil y, la verdad, no tenía excesiva ansiedad por preguntarle a los taquilleros acerca de cuando se estrena la posible segunda parte.
O sea, que “Alatriste” me ha gustado, pero que no es esa obra maestra que esperaba y que me hubiera gustado que fuera. Que no me arrepiento de haber ido a verla, pero que no tengo previsto reservarla en el video club de la esquina para cuando salga en DVD. Que está bien. Que no está mal. Pero que no es la película vibrante e intensa que, aún con la pesadumbre y oscuridad que se le suponía, yo estaba esperando.