Alatriste
Acabo, como quien dice, de ver Alatriste, una película que me ha gustado y, al mismo tiempo, me ha decepcionado… No soy un experto en el arte de “ver películas”, sino, más bien, un mirón cinematográfico y, por tanto, aunque esto sea, inevitablemente, una crítica, hay que tomarla, preferiblemente, como mera opinión y creo que sería deseable ver reflejadas otras opiniones, probablemente más expertas en esta materia. De hecho, me resulta difícil conceptuar una producción de este tipo, sobre todo cuando uno ha leído la obra literaria que le sirve de fundamento, que se comprime en 147 minutos de narración fílmica que, en lo fundamental, trata de mantenerse fiel a aquella. Naturalmente, el resultado es complejo y discutible.Tal como yo la veo (y como veo la obra literaria), Alatriste es un subterfugio para presentar la España del siglo XVII desde la óptica de Diego Alatriste, alejada de la burbuja del poder aunque, al mismo tiempo, ligada a esa burbuja por mil motivos, lo que le confiere un interés especial porque bucea en la realidad sociopolíticoculturalreligiosa de la época, intentando acercarse a ella desde la posición de la plebe del momento, aunque, inevitablemente, se filtre el juicio de alguien de hoy en aquel maremágnum. Se me antoja que Diego Alatriste, que se hace de carne y hueso en Viggo Mortensen, es un trasunto de Arturo Pérez-Reverte, padre de la criatura literaria y, por tanto, “abuelo” de la película, cuyo corte de cara me recuerda el de Mortensen (evidentemente, esto es absolutamente subjetivo).
Por otra parte, desde mi punto de vista, una adaptación cinematográfica plantea siempre un problema importante al espectador que ha leído la obra literaria que le ha servido de base, porque ésta trata de influir en el lector, mediante el texto, para que recree, imaginándolos, personajes, escenas, situaciones y lugares, mientras que la narración fílmica elimina ese paso de la imaginación del espectador y, a cambio, pretende introducir a éste en la misma acción a través de las imágenes. Ese problema es también el del director de la película y, lógicamente, el de todos los que intervienen en ella.
Pero vamos por partes… Para empezar, la ambientación. Me ha parecido sencillamente impresionante. Hay que tener en cuenta que es un filme de muchas acciones diferentes cuyo nexo de unión es el personaje principal y que este no solo no permanece en un único lugar, sino que cambia de lugares, tiempos y situaciones. Pues bien, cada lugar, cada tiempo y cada situación cuenta con su ambientación propia, a mi juicio, muy atinada. Véanse, si no, estas muestras: La fotografía, de Paco Femenía, quizá sea el elemento más destacado del filme. No creo que sea ninguna burrada decir que dota a la película de una riqueza impresionante de atmósferas diferentes, según los tiempos, situaciones y lugares. Extraordinarios los innumerables juegos con la luz, que introducen al espectador en situaciones tan variadas como los golpes de mano en Flandes, las intrigas madrileñas o el fragor de las batallas. En cuanto a la música, de Roque Baños, me da la sensación de que se integra perfectamente en la obra, lo que, a mi parecer, es un acierto.
Por su parte, Agustín Díaz Yanes, en su calidad de guionista, ha optado por ofrecer una panorámica de la vida de Alatriste, durante unos cuantos años, con el fin, quizá, de presentar al personaje en sus múltiples facetas, sin dejar en ningún momento de ser quien es y quien ha sido, el que resume en su presentación Pérez-Reverte: no era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes… A mi modo de ver, siendo en principio un mérito, ahí radica el problema fundamental de la película.
En su faceta de director, Díaz Yanes borda su trabajo: tomas largas, adecuadas a las situaciones que presenta y con el tono que quiere imprimir a su relato; movimientos de cámara medidos, paisajes impresionantes, secuencias hiperrealistas, un conjunto que transmite a la perfección la dureza de la vida del soldado y del pueblo, su ínfimo precio, la existencia de los poderosos, las tensiones entre ellos por su lucha por el poder, la vida de la calle, la taberna, el mentidero, la Inquisición, el miedo, la tensión de las cargas de caballería, la vida del soldado de infantería (no tan alejada de la de hoy).. Incluso, los duelos, que quizá resulten cortos cuando pensamos en otras películas, es fácil que respondan más a la realidad.
¿Qué decir de los actores? Evidentemente, hay que hablar de Viggo Mortensen: su actuación es impecable, porque creo que transmite a la perfección el “ser” de Alatriste. Al principio, puede “despistar” un poco su dicción (quizá por el efecto de la imaginación del exlector…), pero no llega a desfigurar al personaje. Yo destacaría también la actuación de Blanca Portillo (fray Emilio Bocanegra, inquisidor general), cuya dicción también me “despistó” y, sin embargo, logra transmitir, creo que a la perfección, el siniestro personaje que representa. Muy buenas las actuaciones de Antonio Pérez Dechent (compañero de Alatriste), Nacho Pérez (Íñigo de Balboa joven), Unax Ugalde (Íñigo de Balboa), Juan Echanove (Quevedo), Ariadna Gil (María de Castro), Elena Anaya (Angélica de Alquézar), Javier Cámara (Conde-Duque de Olivares), Enrico Lo Verso (Malatesta). Algo desdibujado se me queda Eduardo Noriega (Conde de Guadalmedina), aunque quizá se deba al papel. Quizá me olvide de algunos personajes, pero estos son los que mejor recuerdo.
Entonces, con tantas virtudes, ¿por qué me ha decepcionado? Ya he apuntado que el problema de la película, en mi opinión, es que tiene que condensar en un tiempo muy limitado demasiadas peripecias. Los cambios de situación que ese exceso impone rompen el ritmo y, en ciertos casos, entiendo que pueden aburrir (no a mí, ciertamente) y, desde luego, pueden dejar suspenso al espectador en un vacío (ahí sí). Y es una lástima, porque el esfuerzo realizado es digno de aplauso, pero el resultado final no ha sido, en mi opinión, el que hubiera deseado. He leído alguna crítica “muy crítica” y no seré yo quien diga que su autora no tiene razón. No obstante, a mí solo me cabe decir lo que aquí dejo. A fin de cuentas, cada espectador se hace su opinón y, en conjunto, son los espectadores quienes tienen la última palabra.
Lo mejor: La ambientación y la fotografía. Las escenas de batallas y los hechos de armas.
Lo peor: Los excesivos cambios de situación, que llegan a cansar y conducen a perder el hilo. El exceso de escenarios y situaciones.