Clerks 2
Doce años después, los gañanes regresan. Dante Hicks (Brian O’Halloran) y Randal Graves (Jeff Anderson) vuelven a ponerse detrás de un mostrador para hacer lo que más les gusta, malvivir de sus trabajos-basura, gandulear y tener conversaciones ingeniosas (o por lo menos lo pretenden) sobre temas intrascendentes y preferiblemente ofensivos. Al plantel original (sustituyendo la tienda del original por una hamburguesería) se unen Elias (Trevor Fehrman) – un freak ultracatólico fan de los transformers – y las dos chicas en la vida de Dante: su novia Emma (Jennifer Schwalbach, esposa del director) con la que esta a punto de casarse y cuyos padres pretenden arreglarles la vida en Florida, y Becky (Rosario Dawson), la gerente del local con la que mantuvo un aventura. Y cómo no puede ser de otra manera siendo esto un producto Kevin Smith, por ahí pululan Jay y Bob el Silencioso (Jason Mewes y el propio Smith), iconos de la Generación X o chistes muy gastados según le caigan a cada cual.Curiosa decisión la de Smith de regresar a donde empezó todo. Clerks fue un triunfo sin precedentes del cine independiente y catapultó a Smith a la fama, pero el director de New Jersey no ha conseguido desde entonces conectar con el público que le encumbró. Exceptuando los productos dirigidos únicamente a los incondicionales de Jay y Bob, sus últimas películas (Persiguiendo a Amy y Jersey Girl) fueron sonados batacazos. No sabemos si es el éxito o la edad lo que ha perdido a Kevin Smith, pero la clave de Clerks estaba en su ironía, mala leche y la mirada agridulce sobre su generación. Desde entonces, Smith parece haberse guardado la mala baba únicamente para sus críticos y demuestra la necesidad de introducir tramas sentimentales que no acaban de cuadrar y que le dejan a uno perplejo.
Smith sabe que es su lado gamberro lo que hace especial a su cine. En Clerks 2 ha intentado superar al original pero como no ha conseguido crear situaciones más divertidas, estas son sencillamente más bestias. Francamente, uno entiende que ante el tono de los diálogos un espectador esté tentado de levantarse e irse (sin justificar al crítico que protagonizó la famosa escena). En Clerks, una persona tenía inadvertidamente relaciones sexuales con un cadáver. En Clerks 2, una persona tiene de buena gana relaciones sexuales considerablemente explícitas con un burro, mientras otra se masturba al tiempo que le pide perdón a Jesús. De la gamberrada hemos pasado a la brocha gorda, lo cual no será plato de gusto para todos.
Es por eso que la trama sentimental de la película resulta aún más incongruente. No sólo es convencional: es incluso ñoña. Es el triunfo del amor, la familia y la amistad, la necesidad de creer en uno mismo sin dejarse condicionar por las convenciones. Un final auténticamente Disney, sustituyendo a las hadas madrinas por Jay y Bob en un intragable giro argumental. Porque eso es lo que intuíamos con Mallrats y que aquí se confirma definitivamente: Smith es Disney con palabrotas. Podríamos atrevernos a decir que Clerks 2 es una película familiar ante imágenes como la de Dante babeando ante una niñita desdentada que le saluda (otra vez, la propia hija de Smith), aunque veo difícil mantener los oídos de los niños tapados durante la otra mitad de la película, en la que se discuten las virtudes de una práctica sexual consistente en alternar consecutivamente la sodomía con el sexo oral.
Smith es el Shyamalan de la comedia. Un director que no simplemente tiene su propio estilo, sino que se identifica en niveles aberrantes con sus propias películas y las encierra en su universo personal, del que no parece capaz de independizarse. Smith se agarra a sus actores y sus temas como fetiches, y de ahí salen los aciertos y fallos de las películas. Como aciertos destacaremos que, cuando no se excede, el humor de Smith alcanza cuotas de genialidad, si bien dentro de su género meta-freak. El enfrentamiento generacional entre fans de La Guerra de las Galaxias y del Señor de los Anillos es hilarante, pero uno tiene la sensación de que su lugar estaría fuera del cine, no en pantalla.
El principal fallo es sin embargo la incapacidad de llevar la película más allá de la anécdota. El triangulo amoroso es particularmente desastroso. Me parece maravilloso que Smith considere a su esposa como “la chica que todos deseábamos en el instituto”, pero la realidad es una y no perdona. Su papel de bombón sencillamente no cuela. Dawson, por su parte, parece tener dos únicos registros: bomba sexual o chica freak, según la cámara privilegie su suculenta anatomía o su poca agraciada mandíbula (otro truco suele ser fijarse si le ponen gafas o no).
Su romance con Dante parece completamente forzado, por muchas miraditas de cordero que le ponga (tampoco ayuda que uno crea oír la música de tiburón cada vez que Dawson sonríe) y su conversión de cínica nihilista a creyente en el amor tiene la credibilidad de un euro de San Marino. El resto de actores hacen el único papel que han hecho nunca (no exagero, lean sus fichas: la mayoría o sólo trabajan para Smith o son Smiths) en una historia que no recupera la magia del original, pero que no deja de ser una continuación tolerable.