Este film es una lección de muchas cosas: de cómo hacer una película valiente pero respetuosa, de cómo basarse en hechos reales sin eclipsar la película con ideologías, de cómo adaptar las reglas cinematográficas y seguir emocionando.

★★★★★ Excelente

United 93

Adaptar hechos reales al cine es conflictivo. Mucho más cuando son recientes y han cambiado la historia. El 11S es una fecha que tendremos todos en nuestra memoria. En la sociedad de la información, pudimos contemplar cómo fuimos atacados de la forma más inesperada. Y cómo la agonia y rabia de aquellos momentos nos hicieron reaccionar. Sin embargo realizar una película protagonizada por los que ya no están presentes es algo que requiere, como bien explica Paul Greengrass en un pequeño making of, sensibilidad, aprobación de las familias y basarse en los hechos que se conocen. Contando con ese delicadísimo trabajo previo del director, y sabiendo que tenía que hacer una película, el resultado hace justicia a ambos cometidos: retratar fielmente ese momento y conseguir una gran película.

Por eso este film que retrata lo que sucedió en el vuelo United 93, el cuarto avión del 11S que se estrelló sin alcanzar su objetivo, es un gran contenedor de muchísimas lecciones que aprender. El tratamiento documental de esta película nos otorga un rol de espectadores con “pase especial”. Su realidad ficcionada, protagonizada por muchas de las personas (que no actores) de aquel día nos mete de lleno en la incertidumbre, la duda y el temor de que puede pasar lo peor. El único problema es que los espectadores sabemos que va a pasar lo peor.

La estructura de la película va en función de la cronología de los hechos. Abandona por completo los estándares en los que la presentación, situación desencadentante y división de la historia en actos tienen un determinado número de páginas de guión. Por eso mucha gente se siente desconcertada o aburrida durante la primera hora y diez minutos. Parece que no sucede nada. Sin embargo la tensión oculta en la tranquilidad es algo que se hace patente en las conversaciones de los controladores y personal militar. Y luego da paso a una media hora brutal, taquicárdica y emotiva que destroza nuestras falsas esperanzas de “happy end”. Clímax y final al mismo tiempo.

Este film es una lección de muchas cosas: de cómo hacer una película valiente pero respetuosa, de cómo basarse en hechos reales sin eclipsar la película con ideologías, de cómo adaptar las reglas cinematográficas y seguir emocionando y, sobre todo, de cómo luchar hasta el final por nuestra vida y por nuestra libertad debe ser una actitud natural en nosotros. Tranquilos, esta frase no viene arropada por la bandera americana. Es la grandeza del cine. Simplemente.

Greengrass ha conseguido con esta película cambiar el cine al igual que los atentados en los que se basa cambiaron nuestra historia.
publicado por Israel 'Yojimbo' Nava el 11 septiembre, 2006

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