La noche de los girasoles
“La noche de los girasoles” es una película hecha de giros. Los buenos giros son un elemento retórico muy estimulante, porque implican la participación del espectador. Cada espectador anticipa constantemente los caminos que pueden seguirse de la trama, lo hace porque, sin saberlo, cada espectador es un experto en cine, y una autoridad en cuestión de géneros. Cuando un giro está logrado el espectador tiene que recapitular y darse cuenta de que sus presunciones estaban equivocadas, el autor le ha cambiado, sin que lo notara, el género, el tema, el foco, el protagonista u otro elemento.Alguien debería escribir un ensayo sobre los giros, porque, lo queramos o no, los giros tienen sus reglas, y sospecho que Sánchez-Cabezudo se ha saltado una muy gorda. No se puede empezar una película con un banquete de Anibal Lecter y luego dirigir nuestra atención a un tema estudiantil como el de un adolescente que quiere aparentar lo que no es. Hay temas demasiado fuertes que impresionan demasiado, y temas que requieren demasiada paz interior como para mezclarlos en una tortilla. Sánchez-Cabezudo empieza su película con un violador desalmado, pero se trata de una distracción, un elemento decorativo, en realidad, lo que quería era disertar sobre la prevaricación.
El error es de concepción, gordo, pero corregible en futuras películas, detrás deja estilo, amor por los detalles, y un pulso firme que hablan de un buen narrador.