La joven del agua
Creo que hay pocos directores capaces de tener una trayectoria tan corta y a la vez tan irregular como M. Night Shyamalan. Resulta difícil de creer que la infumable “Señales”, con Mel Gibson aprovechando para dar lecciones de moral mientras huye de los extraterrestres, sea obra del mismo realizador que “El sexto sentido”, una de las mejores películas de suspense de los últimos años.Por ello, el estreno de “La joven del agua” era toda una incógnita. ¿Sería genial? ¿Sería aceptable? ¿Sería malísima? A mí me resultó decepcionante. Muy decepcionante.
He leído varias críticas que la alaban. Normalmente, reivindican una especie de derecho a crear mundos llenos de fantasía en el cine. Todo eso es estupendo. Personalmente, me gusta la idea de plantear qué pasaría si la magia entrara en el mundo de lo cotidiano. Igual que ya hiciera en “El protegido”, donde nos mostraba el surgimiento de un típico superhéroe de cómic -con uniforme característico y supervillano incluido- en un entorno familiar, Shyamalan no sitúa a los protagonistas de “La joven del agua” en un bosque encantado, sino de la piscina de unos bloques de edificios. Los personajes del cuento tienen su correspondencia en personas normales y corrientes y el ambiente es familiar, como si lo que sucede pudiese ocurrirle, en realidad, a cualquiera.
El problema de la película no es este planteamiento, sino la manera de resolverlo. A diferencia de “El sexto sentido”, donde el espectador iba descubriendo los secretos poco a poco, el ritmo narrativo de “La joven del agua” es excesivamente precipitado. No permite sumergirse en la historia al ritmo del protagonista, sino que de pronto ya ha sucedido todo. Ella ya está allí, todos sabemos quién es y lo que pasa y nadie ha tenido tiempo ni de sorprenderse. Sólo queda esperar el final, que llega después de un par de giros muy simplones y predecibles -nada que ver con, por ejemplo, “El bosque” (por citar un ejemplo que no sea “El sexto sentido”)-.
Los personajes, por otra parte, son excesivamente planos. ¿Cómo puede ser que un grupo de personas aparentemente tan diferentes reaccionen exactamente igual ante una situación increíble? Shyamalan lo sabe. Yo no. Por último, la “explicación”, que aparece en forma de cuento de la vecina, resulta demasiado forzada. Una historia extrañísima, contada como si tal cosa. Y ya está.
El resultado, además de predecible y decepcionante, resulta aburrido. Lo que podría haber sido una bonita película sobre la fantasía que podría entrar en cualquier momento en nuestro día a día se queda en algo para olvidar. Hay quien dice que Disney debe de estar sufriendo por haber dejado escapar a M. Night Shyamalan. Yo más bien creo que está respirando aliviado…