La máquina de bailar
Unos amigos que se reunen a diario en un salón de máquinas recreativas para jugar a un videojuego de baile, se ven forzados a participar en una competición internacional de dicho juego, por meterse en un lío con unos legionarios. La película arranca de un modo así de atrayente, pero va cayendo progresivamente en los clichés más fáciles del género, hasta constituir un guión hecho descaradamente con plantilla y que depara pocas sorpresas. Aún así, el tono tan cómico y amable que le ha dado Oscar Aibar, asi como las numerosas referencias a películas que homenajean, Karate Kid o Rambo las más obvias, hace que “La Máquina de Bailar” se convierta en un título simpático y con cierto interés.En el reparto, destacar a Jordi Vilches, condicionado por su físico al mismo papel de pringadete que hemos visto en muchas películas, pero que demuestra que tiene talento, y al camaleónico Santiago Segura con el pelo a lo afro y enfundado en un traje disco, digno de la Soul Train de los 70. Como dice Libertino, la fotografía es muy buena, algo con doble mérito ya que sólo se suele notar ese apartado cuando la película es aburrida.
Simpática y entretenida, “La Máquina de Bailar” tiene la frescura del cine que se ríe de si mismo, consciente de sus pocas pretensiones y calidad. Llega tan lejos como apunta, y tampoco es razonable pedirle mucho más.