Una demostración de cómo utilizar un soporte para potenciar una historia que, sin él, sería de lo más aburrida. Pero también un ejemplo de narración dispersa, que despista y hace perder el interés a ratos.

★★★☆☆ Buena

A scanner darkly

‘A Scanner Darkly’ es la esperada (por mí, al menos) vuelta de la técnica del rotoscopio a la gran pantalla tras los fallidos experimentos de Ralph Bakshi a finales de los 70. Richard Linklater ha elegido este medio para adaptar el relato homónimo de Philip K. Dick, y visto el resultado la elección ha sido más que apropiada.

‘A Scanner Darkly’ nos muestra un futuro muy cercano, en el que el 20% de la población norteamericana es adicta a una potentísima droga, la “sustancia D”. En medio de la cada vez más perdida batalla se encuentra Bob Arctor, miembro de un cuerpo especial antidroga infiltrado en la casa de unos presuntos traficantes, luchando por descubrir la fuente original de la “sustancia D”, y luchando también contra los devastadores efectos de su creciente adicción. ¿Logrará Arctor ganar las dos batallas a las que se enfrenta?

Contada así, la verdad es que la historia no da para mucho: es la típica historia del infiltrado cogido entre dos fuegos contada mil veces (una de mis favoritas es ‘Rush’, de Lili Fini Zanuck). La novedad en este caso es que el factor paranoia se adueña completamente de la película, hasta el punto de que dudamos tanto de nuestra percepción como el mismo protagonista. Éste es el gran acierto del film de Linklater, convertirnos en yonquis alucinados durante los cien minutos que dura, gracias también a la peculiar técnica rotoscópica. Pero a la vez, es la gran debilidad de ‘A Scanner Darkly’: la trama principal pierde interés progresivamente, hasta el punto de que deja de contar una historia y acaba contando una especie de locura colectiva, compartida por Bob Arctor y sus compañeros de trapicheo. Lo que empieza siendo una “undercover movie” con alta tecnología de por medio, se convierte en un muestrario tragicómico de miserias humanas. Y dado que era la intención tanto del escritor de la novela como del director, pues objetivo cumplido. Pero la pérdida de interés por la trama resulta un tanto frustrante, al final.

El trabajo actoral, pese a la desfiguración que conlleva el proceso rotoscópico, es notable. La imagen animada de Keanu Reeves resulta mucho más convincente que la imagen real (vamos, que hasta su “dibujo animado” actúa mejor). Wynona Ryder se defiende, y las “estrellas” de la alucinógena función acaban siendo esa extraña pareja de yonquis (caricaturas de sí mismos) que son Robert Downey Jr. y Woody Harrelson, que parecen salidos de la bolera del barrio de Jeff Lebowski. Por otra parte, la recreación de ese ¿futuro? en el que todos están bajo vigilancia continua, incluso los propios vigilantes, es lo suficientemente austera como para resultar creíble, incluso reconocible, hoy en día.

En resumen: una demostración de cómo utilizar un soporte para potenciar una historia que, sin él, sería de lo más aburrida. Pero también un ejemplo de narración dispersa, que despista y hace perder el interés a ratos. Un 6’5.
publicado por Plissken el 15 octubre, 2006

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