Hijos de los hombres
Antes una película de ciencia-ficción, o futurista, nos traía imágenes de automóviles voladores, edificios vanguardistas y gente vestida con trajes muy ajustados y raros. Pero ahora ya no.El futuro que nos plasma el mexicano Alfonso Cuarón, adaptando una novela de P.D. James, es muy cercano, demasiado reconocible en cualquiera de las imágenes de un telediario.Arropado por la excelente fotografía, oscura, cochambrosa, pero cuidada, de Emmanuel Lubezki, lo que vemos son ciudades afectadas por disturbios sociales, guerrillas urbanas, terrorismo, masas de inmigrantes que malviven perseguidos, bares en los que en el instante menos pensado explota una bomba, gobiernos que en su intento de mantener un orden caen en el fascismo y “el estado de sitio”, tanques y el ejército tomando las calles. Y la gente ya no viste de forma tan rara. Es igual que nosotros.
En este futuro que nos dibuja Cuarón, el 2027, la humanidad ya no puede procrear. Las mujeres se han vuelto infértiles. Ya no hay hijos de los hombres, y cuando muera el último ser vivo del planeta, no quedará nadie más de nuestra especie.
Abocados a su propio apocalipsis, el desorden y el caos reina en el mundo. La persona más joven del planeta, el brasileño Diego Ricardo, acaba de suicidarse abrumado por la popularidad. Mujeres y hombres lloran desconsoládamente su pérdida. Pero un panorama tan desolador necesita también de un brote de esperanza, y el germen de ésta se encuentra dentro del vientre de una “fugi”, inmigrante ilegal, negra. Una joven embarazada llamada Kee (Claire-Hope Ashitey).
Su involuntario ángel guardián será un funcionario desengañado, Theodore Faron (Clive Owen), con un pasado activista a favor de los derechos humanos. Él deberá conducirla hasta el pequeño reducto, quizás sólo una quimera, que puede acoger y utilizar a Kee y su semilla con objetivos humanitarios y no partidistas. Antes deberán atravesar parajes golpeados por la vigilancia gubernamental, por las luchas de poderes en el seno de una misma organización, por las escaramuzas. Habrá mcuhos sacrificados en el trayecto.
La acción da a lugar a escenas de acción tan impactantes como la del ataque al coche donde viajan Kee, Theodore y Julian (Julianne Moore), ex esposa de Theodore, aún activista en pleno apogeo y protectora de la muchacha embarazada. Escena sorprendente y excelentemente filmada.
Y, aunque aquí las opiniones serán para todos los gustos, Alfonso Cuarón situa hacia el final otra de las escenas cumbre de la película. Cuando un suceso logra, por una vez amigos y enemigos, se den una tregua, paren y dejen paso a la esperanza.
Entre tanta sordidez, Michael Caine, como el hippie fumeta Jasper, se encarga de asumir los momentos más simpáticos, los que cuentan con alguna nota de humor.
Pero la crónica de “Hijos de los hombres” no sólo es un parte de guerra. Es también un reflejo de lo que nos atemoriza hoy mismo. Riadas de personas abandonando su país, tensiones multirraciales, protestas callejeras, fobias sociales, sistemas dictadoriales enmascarados en la democracia, focos de tensión internacional… y una sociedad (o “suciedad”) aquejada de infertilidad para aportar nuevas políticas, más recursos, ideas, motivaciones, esperanzas.