Hijos de los hombres
Esta es una de esas pocas películas que se mueve por caminos tan poco convencionales en la industria de Hollywood que necesita ser analizada y madurada una vez pasados los créditos finales.La conclusión que se saca después del shock que provoca ‘Hijos de los hombres’ es que Alfonso Cuarón ha rodado un largometraje visualmente espectacular y realista, con moraleja trágica, aunque con final esperanzador, que te obliga a reflexionar seriamente.¿Es posible que lleguemos a tanta decadencia, y que ésta nos lleve a un mundo tan apocalíptico?, ¿habrá salvación alguna en ese caos?.
A pesar del pletórico continente de la película, ésta tiene una serie de deficiencias en el contenido que le hace perder la calificación de ‘obra maestra’. Se queda en ‘muy buena’; aunque eso ya es destacable teniendo en cuenta las numerosas decepciones cinematográficas que estamos sufriendo en los últimos años.
‘Hijos de los hombres’, basada en una novela de la escritora P.D.James, refleja un futuro que asusta. Y lo sitúa demasiado próximo: en el año 2.027; en un Londres apenas reconocible y en un tiempo en el que la raza humana ha perdido la capacidad de procrear y se enfrenta a su extinción luchando entre las más profundas miserias.
La única vía de superviviencia parece perderse al morir la persona más joven del mundo, un chaval de 18 años. Sin embargo, habrá todavía un último soplo de esperanza para el planeta: la sorprendente existencia de una mujer embarazada, una inmigrante a la que por distintas circunstancias Theo Faron (Clive Owen), un antiguo activista emocionalmente abatido, tendrá que ayudar para ponerla a salvo de los anarquistas y de los grupos guerrilleros que quieren al bebé por puro interés político.
Es evidente que la fotografía, el sonido, y la ambientación escénica y musical de la película son impresionantes, rozando la genialidad. No se veía nada igual desde ‘Salvando al Soldado Ryan’.
Cuarón exhibe magistralmente en imágenes un futuro inquietantemente real, con desoladoras e impactantes referencias visuales de los más terribles fenómenos socio-políticos de nuestro siglo (el terrorismo, la inmigración o los delitos medioambientales), cuyos efectos vemos diariamente, ya insensiblemente, en los informativos de televisión de todo el planeta.
A todo ese realismo contribuye la forma de rodar las escenas, con largos planos secuencia, cámara al hombro, recurso que en un principio de la película puede resultar mareante, pero que seguidamente se convierte en vital para narrar el agonizante periplo de los protagonistas.
La máxima expresión de esa realidad se consigue en un detalle un poco desconcertante: una salpicadura de sangre en la cámara como resultado de un enfrentamiento callejero entre el ejército británico y la guerrilla. Una licencia muy efectista que tiene un inconveniente: te saca complementamente de la escena (se supone que ese detalle ocurriría sólo en el caso de que un reportero estuviera grabando el incidente junto al protagonista).
Ante tanta acumulación de veracidad caótica y frenética agonía se agradece a la vista que existan durante la película pequeños momentos entremezclados de paz y descanso, con escenas que transcurren en lugares representados con imágenes plácidas, limpias y tranquilas. Incluso la curiosa insistencia de Cuaron por mantener al personaje de Theo atormentado con el calzado y con sus pies durante su escapada te evade de la dura realidad que se muestra.
Como se puede comprobar, las palabras ‘realista’, ‘real’, ‘realismo’ y ‘realidad’ se suceden a lo largo de esta crítica. Sin embargo, se trata de un calificativo que sólo se podría conceder a la parte visual de la película. Casi el resto de sus componentes, dícese, algunos fragmentos del guión, ciertos diálogos y prácticamente la mayoría de las interpretaciones, son igual de artificiales, previsibles y absurdos, que el metraje de cualquier thriller de baja categoría.
En eso falla la cinta, desgraciadamente, hecho que le hace perder un escalón en su camino a la inmortalidad.
Centrándome en el reparto, el único que se salva es Michael Caine que borda su papel de Jasper, un hippy pasado de vueltas amigo de Theo. Los demás actores principales son meros vehículos de la escenografía, incluyendo a Clive Owen, que muestra en esta película una carga dramática menor que sus anteriores papeles.
Julianne Moore está pasable como la lider de una organización ilegal que defiende los derechos de los refugiados. Y Clare-Hope Ashitey, la mujer embarazada, cumple sin alardes su papel.
En resumen, una película muy buena, de un director en fulgurante ascenso a la gloria, que posiblemente estará entre las mejores de este año, pero que le ha faltado un hervor para ser una obra maestra.