Pequeña miss sunshine
Por alguna razón, las películas independientes -o pretendidamente independientes- norteamericanas suelen plantear sus historias en torno a un grupo de personajes atípicos que interaccionan de alguna manera (normalmente, formando parte de la misma familia). “Pequeña Miss Sunshine” no es una excepción. Siempre que no odies ese estilo -diálogos absurdos, situaciones surrealistas-, puedes encontrar muy buenas obras, como esta road movie, que no inventa nada nuevo, pero que lo que cuenta, lo cuenta bien.“Pequeña Miss Sunshine” cuenta el viaje de una familia a California para que la pequeña Olivia, de 7 años, pueda participar en uno de esos grotescos concursos de belleza infantiles. Es decir: una niña con gafas y dientes de conejo (eso sí, muy graciosa), un padre obsesionado con el éxito, un abuelo al que han echado de la residencia por su afición a las drogas, un tío suicida, un hermano que ha hecho voto de silencio y una madre más o menos normal en una furgoneta estropeada en la que hay que subirse en marcha porque no funciona la primera. Todo ello narrado con agilidad, de manera que el resultado es una película divertida, entretenida, bonita y, en ocasiones, enternecedora, siempre que el espectador sea capaz de tolerar la falta de verisimilitud de algunos momentos.
No podían faltar los toques dramáticos, pero, eso sí, en su justa medida. El diálogo tío-sobrino frente al mar y la escenita final del concurso son quizá momentos demasiado empalagosos, pero no consiguen empañar el resto, que gustará a los que disfruten -como yo- de las comedias ingeniosas con personajes curiosos y poca moralina. “Pequeña Miss Sunshine” ha tenido la suerte de llegar amparada por el festival de Sundance, pero no creo que permanezca mucho tiempo en las pantallas. Por lo menos, en las de ciudades como Zaragoza. Aprovechad e ir a verla, que merece la pena.
Lo mejor: La mordaz crítica a los concursos de belleza infantiles.
Lo peor: El pasteloso momento familia feliz sobre el escenario.