Lo que yo digo es que un director de cine no puede matar a una de sus criaturas de cualquier manera lo mismo que un amo no puede matar a una de sus mascotas.

★★★☆☆ Buena

Infiltrados

Lo que yo digo es que un director de cine no puede matar a una de sus criaturas de cualquier manera lo mismo que un amo no puede matar a una de sus mascotas. Hace tiempo escuchaba en una conferencia a José Luis Sanpedro contar que sus personajes cobraban vida propia, que él como creador a lo más que llegaba era a retratarlas. Me pareció un bello ejercicio de humildad, confesarse menos que un creador, un cronista. Cuando uno crea un personaje está poniendo delante del público a un ser humano con todo lo que eso conlleva. Cuando la película zarandea y castiga sin piedad a un inocente es porque el director le tiene reservado un final feliz. No es ninguna vulgaridad rodar mil veces la misma cosa, es un pacto. Los espectadores nos enganchamos a los perdedores honestos como a un clavo ardiendo. Si un director famoso quiere romper moldes pues que ponga la cámara en un cenicero o haga un traveling cenital desde un escupitajo, pero despacharse a quien le da la gana no es de caballeros.

Además, “Infiltrados” tiene un bueno de los que hacen historia, tiene un bueno de los de verdad. Uno sabe que es el bueno. No importa en que lado de la ley está, podía ser mafioso, o no serlo. Lo sabe la chica. El director puede equivocarse con su balanza, yo puedo equivocarme, pero si Vera Farmiga se acuesta con un tipo es porque ese tipo es bueno, eso no tiene vuelta de hoja.

Los buenos y los malos se dan los soplos con el móvil, nada de claves secretas. Una redada planeada al milímetro se viene abajo porque el tópo de la mafia sabe escribir sms’s con el móvil metido en el bolsillo. El topo de la policía pende de otro móvil. Le llaman con el móvil de un muerto, los topos no se conocen, pero tienen línea directa. Cuanto cine hay en un móvil.

La película trata de dos topos. El topo de la mafia irlandesa de Boston es un lacayo de su jefe que sube en el cuerpo de policía sin parar. Ya se sabe que en un cuerpo de funcionarios el más incompetente es el que escala más alto. El topo de la policía se infiltra en la mafia y el jefe sabe que tiene un topo, pero no sabe quien es. En medio de una cadena de asesinatos y un asunto de tráfico de microchips para la futura industria armamentística china, el topo malo conspira con su móvil para librar a la mafia de la policía, mientras el topo bueno se juega la piel para que la policía reuna pruebas.
publicado por Jose Contreras el 6 noviembre, 2006

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