Trabajo muy minucioso y estética que heredó muchas cosas del cine mudo, unos gags increíblemente disparatados, enredos absurdos, malentendidos y confusiones, reforzados por unos diálogos tan bien trabajados que resulta difícil olvidarlos.

★★★★★ Excelente

La fiera de mi niña

Rodada en 1938 y protagonizada por dos grandes del cine, Katharine Hepburn y Cary Grant, “La fiera de mi niña” (Bringing up Baby), no fue un gran éxito de taquilla. De hecho, Howard Hawks fue despedido por la RKO y Hepburn, que en esa época era considerada como “veneno para la taquilla”, tras haber invertido en la película y renunciado a cobrar por dicho film (condiciones puestas por la productora cuando aceptaron realizar la película), fue forzada a comprar su contrato. Aunque al final no le salió tan mal ya que, la cinta estuvo reportándole beneficios hasta el día de su muerte.

Con “La fiera de mi niña” ya eran dos las veces que Grant y Hepburn trabajaban juntos. Ya habían coincidido en “La gran aventura de Silvia” de George Cukor y volverían a aparecer juntos en otras divertidas comedias como “Vivir para gozar” e “Historias de Filadelfia” del mismo director. Pero en esta ocasión, los dos serían parte de otro ejemplo más de films que pasan desapercibidos, llegando incluso a fracasar en la taquilla, pero que con el tiempo pasan a ser piezas fundamentales de la historia del cine. Esta, desde luego es una de las más famosas de la época en su género.

Vale, es una comedia (o para ser más exactos, una “screwball comedy”, nombre que se le dio a las comedias enloquecidas propias de los años 30), un género bastante devaluado actualmente, y sí, es en blanco y negro, lo que provocará en más de uno una reacción alérgica y un repentino ataque de somnolencia, pero esta, no es una comedia cualquiera. Para mí, es humor con mayúsculas.

Cuenta la historia de David Huxley (Grant), un paleontólogo al que la suerte le sonríe: acaba de encontrar el último hueso que le faltaba para reconstruir un brontosaurio y una millonaria solterona está dispuesta a donar un millón de dólares a su fundación. Además está a punto de casarse con su secretaria Alice Swallow. Pero de repente aparecerá Susan Vance (Hepburn), una joven alocada que pondrá su vida del revés (con ayuda de un leopardo llamado Baby) y que resultará ser la sobrina de su posible mecenas.

Aparentemente la historia no tiene nada del otro mundo y todavía no nos hemos olvidado de que es en blanco y negro xD, pero es que Howard Hawks sí que sabía como hacer películas y para comprobarlo solo hace falta echarle un vistazo a su filmografía que cuenta con grandes títulos en géneros tan dispares como la comedia, el western, cine bélico, ciencia-ficción, cine negro o musicales. Todas ellas caracterizadas por el inconfundible toque personal de Hawks, que solía decir cosas como:

-“Tengo diez mandamientos para hacer una película. Los nueve primeros son: ¡no aburrir!.
-“Una buena película se basa en tres buenas escenas y ninguna mala”.

Todo esto hace que no sea difícil imaginar lo que nos vamos a encontrar en esta película, tras su apariencia sencilla se esconde un trabajo muy minucioso, una estética que heredó muchas cosas del cine mudo, unos gags increíblemente disparatados, enredos absurdos, malentendidos y confusiones, reforzados por unos diálogos tan bien trabajados que resulta difícil olvidarlos.

No en vano Hawks había trabajado como guionista y sabía de quién rodearse. Otra de las razones por las que es considerado un director excepcional es el ritmo desenfrenado de sus películas. Él mismo solía decir que se desarrollaban un 20% más rápido que las demás producciones de la época, algo que podemos apreciar en “La fiera de mi niña”.

Por último, no podemos olvidar las magistrales interpretaciones con las que cuenta la película, que es con diferencia uno de sus puntos fuertes. Katharine Hepburn, tras probar que era una de las mejores actrices dramáticas de su época, cambia de registro y demuestra que también era una actriz cómica de primer orden. Además, combina a la perfección con el carismático Cary Grant, que a pesar de haberlo pasado mal pensando en tener alguna escena cerca del leopardo (de hecho se negó a aparecer junto él), no utilizó dobles llegando a realizar alguna que otra acrobacia en los minutos finales de la cinta y protagoniza momentos inolvidables junto a Hepburn. Seguro que todo aquel que la haya visto recuerda la canción que le cantan al leopardo: “Todo te lo puedo dar menos el amor babyyyyy…”

Puede que alguno pueda ponerle algún pero a los “efectos especiales” o a lo de rodar algunas escenas con un leopardo de peluche, pero vamos, no es nada que no se pueda perdonar teniendo en cuenta que es una película de los años 30.
publicado por Sara Rodriguez el 15 noviembre, 2006

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