James Bond abandona sus formas encantadoras y elegantes para convertirse en un tipejo más barriobajero, chulesco y rudo, pero áun así continua quedando impresionante sea empuñando un arma o vistiendo esmoquin.

★★★★☆ Muy Buena

Casino Royale

¡Agarrénse fuerte! El nuevo Bond cuenta con una réplica, a grito pelado y genial, que ya es Historia del cine, por lo menos para mí. No desvelaré nada más, pero transcurre en una secuencia que será también muy dolorasamente recordada, sobre todo, por los hombres, porque pega precisamente allí, ¡donde más duele!

Y ahora debo citar otra frase que no es mía. Pertenece al crítico Paul Arendt, de la BBC británica: “Lo primero es lo primero: Craig no es un buen Bond. ¡Es un gran Bond!. Concretamente, es un 007 tal y como lo concibió Ian Fleming”. ¡Amo a este crítico! (¡Bueno! No me malinterpreten).

Y, tercer elogio, no sé lo que han tomado los guionistas, sea agitado o batido, pero no sólo es uno de los mejores títulos de acción jamás vistos en una pantalla sinó que además está trufado de diálogos brillantes e ingeniosos. Y la trama no es que sea especialmente complicada, pero tiene los suficientes giros desconcertantes.

La dirección de Martin Campbell, cineasta ya curtido en los menesteres de 007, es eficaz, y lo último que se desea de un producto Bond es que sea el director, y no el personaje, quien imponga su universo y personalidad. Pero quien espere el mismo Bond, los mismos personajes, los mismos arquetipos, las mismas características o los mismos ‘gadgets’ de siempre, va a quedarse a medias.

Para empezar, una de las marcas de la factoría Bond, el ‘teaser’, elude el típico momento espectacular para engancharnos y a cambio nos ofrece el momento en que el agente secreto más famoso obtiene los “dos ceros delante”, la licencia para matar. Las imágenes, en blanco y negro, durísimas; el montaje contundente y los diálogos, breves. Son un anticipo de lo que vendrá.

Sin perdón.
Se anunciaba un cambio en la evolución de la saga, y estos se concretan en un tratamiento más oscuro de los personajes, pero sobre todo en el hecho que James Bond abandona sus formas encantadoras y elegantes para convertirse en un tipejo más barriobajero, chulesco y tosco, pero áun así continua quedando impresionante sea empuñando un arma o vistiendo esmoquin.
Sí, su rostro es animal, primario y salvaje. No se pierdan la contestación que le da a un camarero cuando le pregunta como prefiere el Martini, y que es de una mala leche descomunal.

Durante años muchos se ha comentado que Bond, y así fue como lo ideó Ian Fleming, no era un héroe sinó un asesino frío e implacable. Y así es la composición de Daniel Craig, un bruto, pero con clase y gusto, y que no se fía ni de su sombra.

Porqué para matar como lo hace él en todas sus películas hay que ser así, un diablo sin miramientos, sin lugar en su corazón para los sentimientos, ni sitio en su alma para el remordiento, como lo demostró William Bill ‘Munny’, o séase, en la Obra Maestra de Clint Eastwood que es “Sin perdón” (1992). Y uno de los guionistas es precisamente Paul Higgis (“Crash”), firmante de los libretos de “Million dollar baby” o “Banderas de nuestros padres”, también de Eastwood.

Lo que sea más realista ya es otro cantar. Bond es capaz de atravesar paredes o de practicarse una “desfibriliación” (!), en otra de las secuencias más tensas del filme. Pero Bond siempre fue lo opuesto a los espías de John Le Carré.

Como reflejo de su época, ya no se trata de la guerra fría o salvar el mundo sinó que el trasfondo es el terrorismo, una de las lacras que más preocupan, y enparanoian, el mundo actual. Y el villano de la función, aunque aparecen varios, es también vulnerable. Su nombre es Le Chiffre (Mads Mikkelsen), un banquero que se juega a las cartas el dinero de sus clientes, los terroristas.

¡Cada penique!
Y entre las chicas Bond hay dos pedazos de féminas: Solange (Caterina Murino), que luce lo que puede en las pocas escenas que le dan; y Vesper Lynd (Eva Green), en total química de odio y atracción con Daniel Craig. Además Bond, llega a descubrir lo que significa la letra “M” (intepretada de nuevo por la carismática Judi Dench, saltándose de paso el orden cronológico de los superiores del agente británico). Nunca lo llega a desvelar en pantalla, pero yo juraría que significa “Mother” (es decir, “Madre”).

Y citaba al principio una frase memorable, pero hay otros estupendos momentos como la persecución entre un edifico en construcción de Madagascar a un saltimbanqui (Sebastian Foucam, uno de los personajes-hallazgo del film), que son de puro vértigo; o las últimas miradas (de derrota y victoria, y a la inversa) entre Bond y el terrorista del aeropuerto.

Hay otro diálogo extraordinario durante la presentacion, en un avión, entre Bond y Vesper. Ella es una tesorera del Estado que debe entregarle una altísima suma de dinero para que el espía se enfrente, ante y detrás de una mesa de póker, con Le Chiffre. “¡Aquí está el dinero!”, irrumpe ella. Y Bond, más que contestar, exclama, referiéndose a ella: “¡Cada penique!”. Como lo vale este nuevo Bond. ¿Es perfecto? Por supuesto que no. ¿Es extraordinariamente imperfecto!.
publicado por Carles el 26 noviembre, 2006

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