El filme, por su procedencia, su ausencia de pretenciones y su atrevido planteamiento visual, es justo iniciador del posterior ciclo de terror filipino.

★★★☆☆ Buena

Blood creature

Richard Derr -el aficionado al cine de ciencia-ficción de los años ’50 lo recordará por WHEN WORLDS COLLIDE (Cuando los Mundos Chocan-1951)-, único sobreviviente del naufragio de un importante carguero, llega nadando a la Isla Blood, donde un doctor (Francis Lederer) experimenta con una pantera a la que, a lo largo de medio centenar de operaciones durante dos años, va convirtiendo paulatinamente en un ser antropomorfo. Cuando esta bestia logra escapar, su huída causa desolación y muerte en la isla. Versión filipina de “Island of Dr. Moreau” de H.G. Wells, que se ubica un escalafón por debajo de las versiones clásicas de Charles Laughton (1932) y de Burt Lancaster (1977) únicamente por razones presupuestarias y de aspiraciones. De hecho, el director Gerry De León tiene un desarrollo visual, especialmente en lo que se refiere a la movilidad de la cámara, que está incluso un poco adelantado a su época.

El problema es que, ante la carencia de elenco y presupuesto, no tenemos una jauría de hombres bestia sino un solo ser monstruoso (esto, por ende, elimina el interesante rol del “Decidor de la Ley”), el romance entre el náufrago y la mujer-pantera es reemplazado por el interés entre la esposa del doctor (la sugerente y generosa Greta Thysen) y el hombre-pantera, y no hay ninguna “casa del dolor” sino, tan solo, un quirófano donde el ayudante del doctor (Oscar Keesee Jr.) le pega con una madera al monstruo. Por último, los potenciales diálogos interesantes son reemplazados por diálogos de relleno (aunque esto ya no es culpa del director), de manera que, luego de una soberbia aparición inicial en la que el monstruo asesina a dos nativos, el filme se arrastra durante hora y fracción hastas el desenlace (que igualmente nos defrauda y no llega a estar a la altura del comienzo). Aún así, el filme, por su procedencia, su ausencia de pretenciones y su atrevido planteamiento visual, es justo iniciador del posterior ciclo de terror filipino (de desigual interés) que llegó hasta mediados de los años ’70.

Nota: Tal vez inspirado en los truquillos publicitarios de William Castle (por entonces flamantes), la película se inicia con un prólogo en el que se advierte que, debido al carácter fuerte de ciertas escenas, sonará una campanilla para precaver a los suaves y de estómago delicado. Durante la película, la campanilla suena en el momento previo en que Francis Lederer está operando a su paciente y la cámara muestra como su bisturí rebana un lo que parece ser un pedazo de cuerina…
publicado por Dario Lavia el 28 noviembre, 2006

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