Borat
Que un falso documental tenga un éxito innegable en taquilla es algo que llama mucho la atención. Y normalmente son taquilleros aquellos que algunos llaman “transgresores” y otros llamamos directamente gamberros. Hay muchas formas de rodar “gamberrismo cinematográfico”. O bien se es como Torrente, el personaje de Santiago Segura convertido en franquicia transoceánica, o bien como Borat, el personaje de Sacha Baron Cohen que desde una perspectiva más irreverente que grosera, consigue, aparentemente, momentos incómodos y violentos.Borat es un reportero de Kazajistán que va a hacer una crónica sobre USA, o como él dice US y A. Allá va con sus costumbres (¿alguien conoce las costumbres kazajas?) y choca frontalmente con la sociedad americana y por extensión, occidental. El reportero es misógino, cruel, violento, etc… y por ello se lleva tan bien con gente de Texas, fanáticos religiosos… y tan mal con judíos, mujeres, etc…
Como todo producto que debe disimular su presupuesto, está rodado de forma inquieta, casi documental y algunas veces con cámara oculta. De todas formas, el hecho de saber que es un documental ficcionado resta importancia al recuerdo de esta película que se disfruta bastante durante su visionado, pero que pierde todo su fuelle al ser una diversión casi de “inocente inocente” con un pretendido guión de fondo.
El éxito de esta película bien puede facilitar el camino al remake americano de Torrente o ser un referente de cine grosero, extremo e incluso desagradable y de mal gusto que le quite posibilidades al personaje de Santiago Segura. Desde luego yo me quedo con Borat, pero es un dilema, ojo, meramente comercial. A ambos les queda muchísimo por ser envidiables composiciones de personajes “realmente” provocadores.
Lo mejor: Ritmo, personaje muy bien definido y humor de todos los tipos. ¡Ah! Y las reacciones de Ana en algunos momentos de la película.
Lo peor: Falta meterse con ecologistas, progres, demócratas, actores, humoristas, musulmanes, comunistas, kazajos (en USA, claro), radicales islámicos
vamos, lo que hace de un humorista alguien valiente y realmente transgresor. Y le sobra ese final azucarado.