Bajo su exasperante planicie la película guarda un planteamiento demasiado inteligente para una factura tan obvia en apariencia. Es la típica película que suele despistar a muchos críticos.

★★★☆☆ Buena

El ilusionista

El oficio de mago fascina por la imagen de lo imposible que se hace posible con un austero juego escénico, unos pequeños gestos cargados de simbolismo y el resto lo pone la ingenuidad y la ilusión de la atónita grada que se deja arrastrar en una credulidad igualmente juguetona.

Es curioso el caso de “El ilusionista”, porque lo que hace es inmiscuir la estructura y el tono del relato en una línea de credulidad ingenua, pues la verdad es que a nivel de argumento no se sostiene demasiado, pero el público -el público que mira la pantalla grande – quiere pensar que las maravillosas ilusiones creadas por Einsenheim tienen algo de realidad, que en el último reducto de realidad queda un espacio para lo sobrenatural, ya sea por motivos filosóficos o por justificar filias o fobias políticas…

Sencillez es la palabra que define esta película honesta hasta la médula. Solo pretende entretener, lo notaría hasta un párvulo, y por eso mismo poco importa su poca consistencia argumental. Es un cuento de cuna para niños, para escucharlo junto a un fuego o antes de ir a dormir sin otro objetivo que el de asombrar con muy poco sentido de realidad y con mucho sentido de lo fabuloso. Las pretensiones son nulas, y así mismo la idea sobre la que se sustenta va directa al grano: intriga e historia sentimental en torno a un mago ejecutada con obviedad, con personajes cuyas reacciones se someten a un desarrollo mecánico, igual que sucedía en el otro folletín de época que hemos visto recientemente, “Los fantasmas de Goya”, solo que aquí no importa porque es la misma esencia de relato minimalista y austero tanto en la construcción y el trato de su estructura externa como en sus contenidos, la que justifica su obviedad. (dicho de forma abrupta, no hace falta que caperucita roja sea un personaje complejo para que su papel fascine y agrade al oyente).

La historia tiene un simplismo atractivo, y esa es su mejor baza. La realización es fluida y sigue una lógica centrada en lo justo y necesario. La historia culmina con una estimulante relectura de lo narrado. Al final, efectivamente, la ilusión queda ratificada como parte de la realidad, solo que no es la realidad que la mayoría de espectadores decimonónicos deseaban, revelándose el filme en su naturaleza más escondida: una historia de amor iluso que sale vencedor mediante el uso de la ilusión.

Así que, ojito, porque bajo su exasperante planicie la película guarda un planteamiento demasiado inteligente para una factura tan obvia en apariencia. Es la típica película que suele despistar a muchos críticos…
publicado por José A. Peig el 2 diciembre, 2006

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