La mirada es respetuosa a uno de los géneros más cinéfilos y más fuertemente codificados. Y también dignifica, ¡y de que manera!, el subgénero de cine para adolescentes.

★★★☆☆ Buena

Brick

Hay chicos malos, muy malos. Pero las chicas que aparecen aún son de lo peor, lo peor. ¡Cómo debe ser! Porqué este ladrillo llamado “Brick”, no por lo de peñazo sinó por su ‘macguffin’ en forma de lingote de coca, tiene el sabor del más puro ‘cine negro’. El de “El sueño eterno”, “El hacón maltés”, “El cartero siempre llama dos veces” o “Muerte entre las flores”.

La diferencia es que todos los códigos y personajes reconocidos del género se trasladan a un instituto norteamericano, y los Bogart, Lara Turner, Gloria Grahame, Peter Lorre, Sidney Greenstret o Gabriel Byrne de turno tienen rostro adolescente y visten tejanos gastados.

Los matones de medio pelo, drogatas, mujeres fatales y dedectives asqueados y cínicos se mueven entre los pasillos, despachos y parcelas de un instituto, entre las calles tomadas por jóvenes sin causa, e incluso humildes hogares maternales. Pero lo que nunca aparecen en pantalla son las aulas. Las asignaturas se aprenden afuera.

A esto cabe añadir el empeño y la voluntad de un debutante, Rian Johnson, de 33 años, que con sólo 450.000 dólares (unos 360.000 euros), hacen que uno se pregunte si con tal cantidad se puede hacer una película de factura profesional.

Asignatura peligrosa.

Entre las respuestas encontramos que tuvo que montar el material en el ordenador de sus casa (que por supuesto será mucho mejor que el mío), o que estamos ante una de las propuestas más agradables y estimulantes de la temporada.

Y la operación tiene su riesgo. Debe sustentarse en unas interpretaciones creíbles, que lo son, y sobre todo en unos díalogos hábiles y a prueba de bomba, que los tiene.

“Mis muchachos investigarán tu historia. Luego te matamos o contratamos”, es la respuesta que recibe un protagonista más listo que el hambre, Brendan (Joseph Gordon-Levitt), con la misión de vengar la muerte de su exnovia, Emily (Emilie de Ravin), cuando intenta ganarse la confianza de The Pin (Lukas Haas), un lisiado con aires de ‘dandy’ a lo Truman Capote pero aspirante no a Pulitzer sinó a ‘capo’ de patio de recreo.

Un anti-héroe que no cesará de llevarse golpes, físicos y sentimentales, en un periplo marcado por las féminas; las de rostro angelical y mente endiablada; las víboras que escudan su maleabilidad en el maquillaje y los arropajes del teatro; o las manipuladoras de belleza perturbadora que igual visten en plan oriental o a la moda más pijera mientras se fuman su buena ración de cigarrillos, caso de Laura (Nora Zehetner). ¡Averiguar con quien almuerza uno es indispensable para conocer el terreno que se pisa!

Con los profes en los talones.

A su alrededor, captado por una fotografía luminosa y naturalista, se mueve una sociedad donde los agentes de la ley y el orden han sido substituídos por algun directivo de esta ‘high school’.
Donde los muchachos hablan de haber leído a Tolkien, mientras planea el espíritu de escritores como Dashiell Hammet, Raymond Chandler, James Elroy o los hermanos Coen. Incluso el fantasma de Laura Palmer, o enigmáticas notas de papel, a lo David Lynch se cuelan por alguno de sus fotogramas. Entretanto, la madre del villano sirve a sus invitados zumo de manzana en lugar de un whisky o bourbon.

No hay ninguna empanada mental, pero sí una trama, como corresponde a un ‘noir’, enrevesada y llena de sorpresas, que nos hacen concentrar nuestra mirada hacia estas aulas rebeldes, sus malas calles y la fauna de ‘teenagers’ que las pululan.

La mirada es respetuosa a uno de los géneros más cinéfilos y más fuertemente codificados. Y también dignifica, ¡y de que manera!, el subgénero de cine para adolescentes. Si además contribuye a despertar el interés por alguno de los clásicos del cine negro, entonces, mejor que mejor.
publicado por Carles el 4 diciembre, 2006

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