Puro cine negro sacado de contexto e insertado en un instituto hoy en día, protagonizada por un inconmensurable Joseph Gordon-Levitt y dirigida con un pulso mayormente estable, pero algunas veces irregular, por Rian Johnson.

★★★★☆ Muy Buena

Brick

De vez en cuando es una delicia poder echar un vistazo al cine independiente actual. Lo es en el momento en el que se aparta de los contenidos clásicos de este tipo de cine (drogas, relaciones familiares problemáticas, denuncia social y coñazos similares) y se centra en revitalizar un género de toda la vida. La recientemente estrenada Hard Candy es un ejercicio de suspense. Brick, por su parte, es puro cine negro sacado de contexto e insertado en un instituto hoy en día, protagonizada por un inconmensurable Joseph Gordon-Levitt y dirigida con un pulso mayormente estable, pero algunas veces irregular, por Rian Johnson.

A pesar de los largos planos combinados con efectos visuales molones, la fotografía natural y la ausencia casi total de banda sonora, características con las que los indies nos llevan asombrando/torturando desde los años 90, Brick cumple a rajatabla las normas: hay una víctima, una mujer fatal, dos bandos de mafiosos, un representante del orden, y un antihéroe más listo que el hambre, que se conoce todas las jugadas y que posee un espíritu práctico innegable y unas dosis de inteligencia por encima de lo normal. La gran baza del film, como hemos dicho, es poner a toda esta panda encerrada en un instituto. Es una gran idea pero aún es más: es un desarrollo brillante que se prolonga durante la mayor parte del film hasta sus últimas escenas, en las que se rompe ligeramente el equilibrio cuando entramos en el terreno de los disparos.

Brendan y su novia Emily (Emilie de Ravin). Sentido común frente a desquiciamiento paranoias.

Sin embargo, las fuerzas de Brick residen en otro lugar: diálogos y actores, que se llama. Si bien las líneas generales de la trama recuerdan en ocasiones demasiado a la obra maestra de los hermanos Coen que mencionamos en el titular (si, Fargo es muy buena peli y Arizona Baby es graciosa, pero Muerte entre las Flores juega en otra división), son las conversaciones entre los personajes y la convicción con las que todos interpretan las que convierten a Brick en algo más que un simple experimento Mondosonoro de los cojones. No suelo hacerlo, pero recomiendo que veáis el film en versión doblada porque es increíblemente fácil perderse: la historia alcanza límites increíblemente retorcidos y los diálogos parecen fuego de ametralladora, plagados de réplicas de bandera (en particular, por ejemplo, “te he entregado a este tío para ver como se lo zampaban, no como te lo comías”).

Es fácil convertir esa frase en un cachondeo, pero no cuando la dice Gordon-Levitt, un actor muy por delante del resto de su generación y que ha sobrevivido a películas en su haber como Halloween H20. Brendan Frye, el protagonista del film, es tridimensional gracias a Gordon-Levitt, que combina debilidad humana (el detonante del film es el asesinato de su novia) con agilidad mental de pantera y sobre todo, el desdén hacia el resto de la raza humana que comparte con los grandes detectives privados del género. El resto del reparto es prácticamente deglutido, pero Lukas Haas, Noah Flynn (en su papel de mafiosetes de medio pelo) y Nora Zehetner deben ser mencionados, en particular esta última, que hace maravillas con su papel de mujer fatal.

Brendan y la Femme Fatale. La foto no hace justicia a los ojazos de Nora Zehetnera.

Lo dicho aquí se extiende a la particular visión de Johnson sobre el instituto, donde de nuevo todos los grupos están perfectamente diferenciados (los guays, los colgados, los pijos, los empollones, los abandonados) pero que se mueven a la vez en un entorno casi surrealista (la fiesta romana donde Brendan llega por casualidad). Es el toque de alienación que rompe la rutina prácticamente en cada plano del film, que sin embargo nunca deja que la historia se vaya de las manos, apoyado en un par de escenas de acción, insertadas en el momento justo, bastante sorprendentes y rodadas con energía.

Sin embargo, si Brick hereda todas las virtudes del cine negro (como una tensión constante: es prácticamente imposible, con una buena historia detrás, aburrir al espectador) también tiene algunas deficiencias, y algunas de cajón: el final, rayos, no es que resulte poco insatisfactorio, pero deja un sabor de boca un poco extraño. Que nadie se espere un climax, sino una especie de final tranquilo, donde toda la presión termina cediendo casi de golpe. Johnson parece darse cuenta de ello e intenta meter un componente emocional (un embarazo no deseado, sin precisar más) que no era necesario antes de ser introducido, y que en mi opinión parece un poco forzado, porque con lo que hay detrás (el famoso “Brick” – ladrillo – del título) ya es más que suficiente. En cualquier caso, hay motivos de sobra para perder una hora y media de nuestro tiempo: es fresco, es original y hay más chicha de la que parece detrás de una brillante idea. Y una brillante idea es todo un hallazgo, el problema es que sólo da para un corto.
Lo mejor: Diálogos, actores (con Gordon-Levitt en un estado de forma imperial), y las ganas que pone la película en demostrar que es mucho más que un buen comienzo, para homenajear a los clásicos del cine negro desde otro punto de vista. Dentro de sus limitaciones, renueva el género.
Lo peor: Cuando el film debe tirar de clichés para salir adelante con la narración y cuando se aleja de la peli de instituto que es en el fondo para convertirse en un film negro de toda la vida. Además, los golpes de humor brillan prácticamente por su ausencia y los personajes sufren demasiado en ocasiones del gran horror del cine independiente: todo el mundo está deprimido que te cagas.
publicado por Rafa Martín el 15 diciembre, 2006

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