Bergman en estado puro. Duro a la par que sensible, críptico y desgarrador.

★★★★☆ Muy Buena

Fresas Salvajes

El día que me dispuse a ver “El Manantial de la doncella”, de Ingmar Bergman estaba un poco asustado, como a la expectativa después de haber oído comentarios acerca de lo críptico del cine del genial sueco. Cuando terminó la proyección, me quedé un rato en silencio, reflexionando, y fue entonces cuando me decidí a continuar descubriendo la obra del director nórdico. “El séptimo sello” primero y después “Fresas salvajes”, que es la película de la que tratan estas líneas.
Fresas salvajes nos introduce de lleno en la mente de un médico que asiste a su jubilación y que a lo largo del viaje hasta la universidad donde se desarrollarán las honras (que decide a última hora realizar en coche tras un extraño sueño) hace un recorrido interior por lo que ha sido su vida. Una vida llena de claroscuros, como la de cualquier otra persona. Un gran hombre para la mayoría, pero no para su hijo, a quien siempre juzgó con dureza. Ni para su nuera, o incluso para la persona que parece más cercana a él, que es su ama de llaves.

Bergman nos muestra el ocaso de un hombre soberbio, disciplinado y duro, pero que también evoca momentos de ternura de su juventud, en su casa de verano. Es una dualidad que probablemente se encuentra dentro de cada uno de nosotros, pero que es difícil retratar con la maestría y sensibilidad que Bergman lo hace aquí.

Así, a caballo entre lo real y lo surrealista, nos muestra las debilidades de un hombre fuerte, severo, pero que a la vez contempla como se le ha escapado la vida de entre las manos sin haber demostrado que es una persona tan capaz de amar como cualquier otra.

Todo ello adornado por una extraordinaria interpretación y un manejo magnífico de las sombras y las luces en una época en la que los medios, evidentemente, no eran los de ahora. Y para terminar, el final abierto, típico en el sueco. Aunque quizás le falte un poco de consistencia al guión en general. Como si se le quedasen cosas en el tintero. Algo que probablemente hiciera para que el espectador reflexionase sobre esas pequeñas lagunas que parecen existir.

Al menos, esto es lo que me ha parecido a mí, aunque claro, seguro que se me escapan muchas cosas, porque, para qué negarlo, Bergman era un director al que costaba trabajo comprender en su totalidad.
Lo mejor: Los silencios y la introversión del personaje.
Lo peor: Te deja con cierta sensación de insatisfacción
publicado por Oscar Cantero el 20 diciembre, 2006

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