Una original historia de estafadores que combina la denuncia social con el entretenimiento, con un perfecto ensamblaje entre ambos que le confiere un importante atractivo para el espectador.

★★★☆☆ Buena

Nueve reinas

Consciente de que puede sonar repetitivo para el que haya leído cualquier otro escrito mío sobre el cine argentino, volveré a insistir en que la grave crisis económica del país ha servido para espolear a los cineastas, que han agudizado enormemente su ingenio y capacidad de transmisión, tomando como base de su argumento en muchos casos algo derivado de dicha coyuntura. Si bien en otras ocasiones el tema se expone con dureza y dejando poco lugar a la sonrisa (por ejemplo en El Polaquito), aquí se trata el asunto con mayor distensión, por lo que sin dejar de encuadrarse en el género dramático, también tiene pinceladas de comedia.

Nueves Reinas narra la historia de dos estafadores de medio pelo a los que se les presenta una oportunidad única de vender una valiosa colección de sellos a un mafioso a punto de ser deportado del país. Y lo hace en un tono exento de dramatismo extremo, utilizando en ocasiones una sutil ironía para dejar entrever la influencia española en la situación económica del país. Pero lo hace sin que se note demasiado, en detalles concretos, como el hecho de que en muchas escenas que presentan escenarios propios de la crisis (la gente agolpada frente a un banco intervenido para intentar recuperar sus ahorros), aparezca justo al lado una oficina de Telefónica funcionando a toda mecha. O que el mafioso que están a punto de expulsar del país por corromper políticos y apropiarse de cantidades ingentes de dinero también sea, como ellos dicen, gallego.

Además de ser nuevamente una película que denuncia la situación de la Argentina, es una cinta que entretiene, despierta curiosidad por lo original de las tretas y argucias que emplean para desplumar a la gente, y que arranca en muchas ocasiones la sonrisa del espectador.
También por momentos recurre al simbolismo, como en la escena (no se preocupen que lo que voy a decir no tiene ninguna relevancia en el argumento, no es spoiler) en que mientras viaja uno de los protagonistas en un vagón de metro, un chaval ofrece a los viajeros estampas a cambio de un donativo, y el estafador le plantea la posibilidad de elegir entre cincuenta pesos (unos quince euros) y un coche de juguete que acaba de comprar; el muchacho, tras mirar con ojos luminosos el coche, coge el billete: la necesidad está por encima de los caprichos propios de la infancia de otro niño que se ha tenido que hacer mayor antes de tiempo.

Pero no todo son luces; en algunas ocasiones se torna un poco previsible, y parece que le quisieron dar cierto toque hollywoodiense, desposeyéndola en parte de ese característico y encantador ritmo argentino. En cualquier caso, es una buena película, que como suele ocurrir, pasó por España con menor repercusión de la merecida. Aunque eso, desgraciadamente, es lo más habitual.
Lo mejor: Lo curioso de las mañas que emplean para cumplir sus objetivos y la frescura en la manera de relatar los hechos.
Lo peor: Que por momentos es algo previsible.
publicado por Oscar Cantero el 25 diciembre, 2006

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