Candida
Hay una clase de películas que me producen verdadero miedo. Todas las películas intentan manipular tus emociones de una forma u otra, pero hay algunas que lo realizan de forma completamente descarada (rayos, casi puedes ver al director acercarse con un cuchillo): sube la música, los personajes lloran, el chico se abraza con la chica, todo el mundo aplaude y tú, espectador, sacas el pañuelo y empiezas a llenarlo de mocos, y venga mocos, y venga mocos. Citemos por ejemplo Love Actually, de la que salí llorando, pero por otros motivos (básicamente, me sentía como si acabara de participar en un accidente de tráfico y me hubiera fugado de la escena del crimen). Cándida, y para empezar de eso no le quepa duda a nadie, entra directamente en esta categoría. Y yo calé la película a los tres minutos: me puse la coraza, me preparé para mantener un rostro impenetrable e incluso, intenté forzar mi mecanismo de sueño, a ver si había por ahí un par de minutitos que podría aprovechar para darme una siestecita. Tengo que decir que he fracasado completamente, amigos míos.Para nuestros lectores en el extranjero (los hay, los hay, lo juro) que desconozcan el fondo de esta historia, decir que Cándida Villar, nuestra protagonista, trabajó como señora de la limpieza de Guillermo y Javier Fesser, el primero de los cuales es uno de los componentes del dúo de humoristas radiofónicos (entre otras cosas) conocidos como Gomaespuma. Con el tiempo, esta mujer ha pasado a formar parte de la plantilla del programa realizando críticas de cine (lo que causa el descojone padre en el público, principalmente porque es incapaz de decir un sólo nombre bien y ella sola se basta y sobra para convertir el argumento de una película de Adam Sandler en un desparrame sacado de la mente de David Lynch) Una vez dicho esto: no me importa si acabas de volver de curar el herpes genital en Mozambique: difícilmente lo has podido tener peor que esta señora. Un hijo drogadicto. Otro hijo como una chota. Una vástaga megachoni por ahí perdida. Reside en una vivienda de protección oficial y se gana la vida limpiando los autobuses turísticos que pululan por Madrid, eso descontando la limpieza del piso de la Sra. Marquesa, y cualquier otra cosa que vaya saliendo por ahí. No importa lo torcidas que se pongan las cosas, Cándida siempre sale adelante con un cachito de sabiduría popular, y otro cacho de ternura de madre. Es una mujer sencilla que trabaja duro, que se gana el pan con el sudor de su frente y que ha sacrificado su vida entera por sus hijos.
O sea: si te cae mal, felicidades, eres un hijo de puta.
Entran ganas de abrazarla.
Y Cándida es el pilar fundamental sobre el que se estructura esta película, que es en su mayor parte un cuadro costumbrista de Madrid, que te explica más o menos cómo es la vida de la buena mujer a través de escenas aisladas y que progresivamente desarrolla una historia entre la señora y Pablo, un locutor de televisión, alter ego de Fesser, al que cual Uma Thurman en Beautiful Girls, terminará arreglando su vida y sus problemas de pareja con su novia estadounidense. Está claro que Fesser tiene muchas cosas que contar, pero ni él ni su hermano habían estado antes tan concentrados en explicar una historia, lo que beneficia enormemente al film, que mantiene la mayor parte del metraje un buen equilibrio entre comedia y drama, y nunca pierde de vista la idea que está contando, que es el mundo de Cándida, poblado por personajes a cual más excéntrico (el vecino, los marqueses, el portero, y la lista sigue hasta el millón, más o menos) y, por desgracia, más bidimensional. El material, tan bueno, tan original, es estropeado de vez en cuando por Fesser con mecanismos completamente innecesarios, como esa banda sonora por doquier, con cancioncitas metidas con calzador (es una cosa particular mía: jamás metería una canción durante los títulos de crédito, excepción hecha que seas Woody Allen, o James Bond), porque no lo necesita.
Sin embargo, lo que la película pierde en audio lo gana en vídeo. Esta es la primera película de Guillermo Fesser en solitario, pero no hay que ser un genio para deducir que estos dos, como los Coen, trabajan como uno y trino, formando al realizador visualmente más excitante que hay en España (y no creo que sobre este punto en cuestión haya muchas dudas al respecto). Almodóvar aporta una visión personal del mundo, pero Fesser y Cía crean un lenguaje propio, un estilo que es simplemente único en el mundo del cine: una combinación de extravagancia visual que narra historias por medio de un uso prácticamente sin parangón del montaje y en el que encontramos homenajes múltiples con gran angular a la España cañí, al boom de los 60 y al cine de barrio de toda la vida. Estos chicos miran hacia atrás, pero lo hacen sin ira, y cuando Cándida expresa en un momento de la película lo bonito que es Madrid, no podemos sino estar de acuerdo. Porque la película se expresa sola.
Y dado que Cándida interpreta a Cándida, y eso no lo hace ni Meryl Streep, pues decir que la Sra. Villar clava el papel de si misma. No era muy difícil, al fin y al cabo. El mismo desparpajo que muestra en la radio aparece en la misma medida delante de la cámara. Si bien no me terminan de hacer ni puñetera gracia los “candidismos”, es la forma de ser de esta mujer y su sistema de valores lo que me termina ganando. Fallo de la peli es estar a punto de convertir a Cándida en una parodia de chacha de la limpieza, algo en lo que está a punto de caer en muchos momentos, sobre todo cuando la buena mujer confunde las palabras (y que provoca las risas del público, incluidos algunos augustos eméritos académicos de la lengua española) y Fesser se dedica a explotar el fenómeno en cada jodida línea de diálogo. Sólo funciona una vez: en el momento del monólogo (impresionante: toda la película palidece en comparación) y es, en mi opinión, uno de los highlights del cine español de esta temporada y de otras muchas. Sale tan natural y es tan devastador, que Jorge Bosch, que durante toda la película ha estado vagando con un papel bastante pobre, se descojona desde dentro, se pone a llorar, se vuelve a reír y termina realizando los contraplanos de su vida.
Solucionando la vida a los demás.
En cuanto al resto de los actores, la verdad es que bastante bien, sobre todo Raúl Peña (es el que más sale, por otro lado), en el papel de hijo yonkarra. El caso es… en realidad me importó un huevo lo que le pase. Lo que me importó es cómo reacciona Cándida, el único personaje-personaje de la película, y un centro de gravedad en torno al cual se mueven roles menores. En cualquier caso, para mí es suficiente: he pagado para ver a esta buena mujer y la señora cumple con creces y el resto, pues mira, también. Luego todo depende de lo quisquillosos que seáis y de como hayáis reaccionado a la manipulación flagrante (entendida como “te voy a agarrar por el cuello hasta que llores”) de Fesser: si la película no te ha llegado, el clímax en el plató de televisión te puede parecer completamente ridículo (si lo ha hecho… prepárate porque vas a llorar huevo y medio) y el epílogo en Estados Unidos puede ser como el final El Señor de los Anillos. En cualquier caso, insisto: déjate llevar. Es un viaje que merece la pena.
Lo mejor: Cándida Villar, y el rendido homenaje que sale del corazón de Fesser. Momentos realmente emotivos alejados de cualquier tipo de pastelero. Al combinar comedia y drama, los momentos trágicos son mucho más devastadores, los momentos divertidos son mucho más graciosos. Al contrario que el cine social machacón, Cándida funciona por contraste. Y funciona de verdad durante el 80 por ciento del metraje. Ah, cada uno tendrá su favorita, pero mi escena a recordar involucra un piano electrónico y un CD de King Crimson.
Lo peor: El resto de personajes no parece estar muy a la altura. Creo que darles más pegada, en particular a Peña y a Bosch, hubiera potenciado la película de forma muy saludable. Fesser comete errores de primerizo: a veces la historia se le va de las manos, a veces la clava de forma total y absolutamente perfecta.