Este artefacto de entretenimiento macabro no defraudará a nadie que tenga un meridiano interés por ver por dónde va el nuevo cine intelectual, de autor

★★★☆☆ Buena

Hard candy

Las películas sobre pederastas no abundan: es un tema de espinoso tratamiento que suele despertar escaso interés entre el público. El mérito de Hard candy reside en revestir un argumento sobre anomalía moral que repugna a quien tiene bien vestida la azotea con trazas de thriller muy logrado a caballo entre la tesis del cine de juicios y el drama freudiano.

Que toda la película descanse sobre dos actores y que apenas salga del salón de una casa hace que todo sea valorado más enfáticamente habida cuenta (también) del carácter amateur ( en el sentido de primerizo ) del director David Slade, que proviene del videoclip y deja su sello clipero en muchos de los planos y en las referencias a iconos del pop a lo mtv ( Goldfrapp ). El film tiene un rato desagradable: solventarlo requiere un punto de esfuerzo, pero ese plus de valor trae después una recompensa, aunque sea en su resolución, a mi entender, imperfecta, pero aceptable. Era difícil terminar con brío, con éxito, un argumento tan excelentemente llevado.

Cruda en abundancia ( la escena de la destesticulización, dicho burdamente ), se articula en torno a la historia de una hard candy ( en internet se llama así a las niñas que se hacen pasar por mujeres para sostener chats con adultos ), una culta y malévola, que retuerce hasta extremos absolutamente maquiavélicos su particular vendetta contra el fotógrafo treintañero que la busca y con el que queda. Un asesinato de una niña como telón de fondo y una nutritiva dosis de diálogos para esclarecer / oscurecer las razones de la amoralidad de la pedofilia cubren el metraje sin que el amable espectador tenga en ningún momento conciencia de que está asistiendo a un thriller como una catedral, aunque parezca a ratos una película de juicios ( la niña Hayley es el fiscal y el fotógrafo Jeff es el patético acusado ) o una obra de teatro hardcore y vanguardista.

Se deja conducir por vericuetos luego un tanto flacos en credibilidad con la historia de una novia que el fotógrafo tuvo, pero en fin, no es cosa (por supuesto) de destapar la Pandora de este artefacto de entretenimiento macabro que no defraudará a nadie que tenga un meridiano interés por ver por dónde va el nuevo cine intelectual, de autor ( podemos llamarlo así ).
publicado por Emilio Calvo de Mora el 7 enero, 2007

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