El truco final (The Prestige)
Nunca hay mago sin truco. El engaño que provoca la magia en la mente y en la visión del espectador necesita siempre de una pequeña ‘trampa’, una ‘artimaña’ para conseguir el efecto pretendido de fascinación e ilusión.Ese truco, que es vital para un mago, también lo necesita una película para crear el mismo efecto. Cuántas veces hemos hablado de lo previsible que ha sido un filme y de la decepción que nos hemos llevado al presenciar algo ya conocido. Es decir, utilizando un simil muy apropiado para la ocasión, le faltaba lo que llamamos ‘la magia del cine’.
Esta esperada cinta de la que os hablo también tiene truco, no sólo en su título.
Como ocurre en todo espectáculo de cualquier ilusionista, el éxito de la función depende de la habilidad del artista para hacer inexplicable aquello que en realidad tiene explicación racional; y de la predisposición del público para dejarse engañar.
La preciosidad con la que he ido al cine no se ha dado cuenta del engaño de la película hasta su desenlace final. Sin embargo, yo he visto el truco a los 10 minutos de empezar el filme, aunque la confirmación de que era lo que yo pensaba ha ocurrido pasada una hora. Os imaginaréis entonces dónde ha quedado mi fascinación e ilusión por este número de magia.
Sin embargo, apropiándome de las palabras del personaje interpretado por Michael Caine, diré que todo gran truco de magia consiste en tres actos: 1) la presentación, donde el mago muestra algo que parece ordinario, pero, por supuesto,… no lo es. 2) la actuación, en la que el mago hace que lo ordinario se transforme en algo extraordinario; y 3) el prestigio, la parte con los giros inesperados, donde ves algo impactante que nunca habías visto antes.
Aunque para mi el prestigio de la película se ha convertido en el primer acto, la presentación y la actuación que hace Chris Nolan y compañía me ha encantado.
El punto fuerte es la rivalidad de los dos magos protagonistas, Robert Angier (Hugh Jackman) y Alfred Borden (Christian Bale), amigos que se respetan mutuamente hasta que un acontecimiento fatídico los hace enemigos encarnicados. Desde ese mismo instante comienza un enfrentamiento despiadado entre ambos por acabar mutuamente con sus carreras, más obsesivo por parte de Angier, intentando para ello descubrir el secreto del exitoso número de Borden del transportador de personas.
Me ha sorprendido gratamente la forma en la que Nolan cuenta la historia. Es una manera poco convencional, y en mi opinión muy acertada, de relatar una trama que exigía juegos de manos para hacerla imprevisible: el argumento está claramente estructurado en los mismos tres actos a los que hacía referencia anteriormente, con un montaje desordenado pero con orden (puede parecer contradictorio pero cuando veáis la película lo entenderéis) y con continuas recurrencias a los flashbacks. Algo fresco y distinto a lo ya conocido.
Quizás en los primeros minutos de la película este planteamiento puede resultar confuso, pero pasado un poco más de un cuarto de hora de metraje uno se sitúa perfectamente en el hilo de la historia y comprende la forma en la que está montada. Esta técnica utilizada por Nolan crea sin duda una expectación por saber qué parte de la trama contará a continuación, lo cual la hace más atractiva.
Visual y técnicamente no tiene peros. Una buena ambientación victoriana, con un Londres de época en continuos cambios, sitúa a la perfección los sentimientos de obsesión, destrucción y traición que frecuentan la película. Puede que el filme falle también en la profundidad de las relaciones de los personajes secundarios con los protagonistas, y por algún que otro lapsus de guión; pero aquí lo que realmente importa es el terrorífico ‘tú a tú’ de Jackman y Bale, recogido con maestría (los actores tiene bastante culpa de ello), con lo cual ese detalle se hace prescindible.
Las estrellas del filme aportan la magia. Jackman transmite palpablemente la obsesión enfermiza de su personaje y es agradable ver que sin adornos licántropos también es un actor con presencia escénica. Eso sí, hasta que aborde de nuevo su rol de Lobezno tendremos la oportunidad de testear aún más sus dotes artísticas. Siento no ser más explícito porque si entro en detalle os dejo un spoiler como una casa de grande.
De Bale otro tanto de lo mismo. Tampoco puedo extenderme mucho al hablar de su interpretación, por motivos que igualmente entenderéis cuando veáis la película, pero sólo diría que su trayectoria profesional está alcanzando un pico muy alto por sus excelentes cualidades como actor.
En cuanto a los ’secundarios’ reconocibles, Michael Caine, en su papel acólito de Cutter, el ingeniero-representante de Angier, está a su nivel habitual. Siempre llena la pantalla, y nunca defrauda (por lo menos a mí).
Respecto a Scarlett Johansson, quienes vayáis al cine sólo por ella os llevaréis un chasco porque tiene un personaje de poco provecho como la Srta. Olivia, ayudante de Angier; un par de exhibiciones recatadas de mercancía pectoral y curvas, y dos o tres escenas de cierta importancia, saldadas con una buena actuación, es lo único que encontraréis.
David Bowie, interpretando a Nikola Tesla, pasable. Andy Serkis, como Alley, del montón.
Para concluir, un consejo: disfrutad de esta cinta con una abierta predisposición a ignorar su truco, porque seguro que os sorprenderéis.