Se quiera reconocer o no, en el aspecto humano, en el corazón verdadero de la historia, la película es demasiado tosca y mecánica. Cuando llega el final, sencillamente, se oye el previsible chirriar de la maquinaria y se descubre que no es tan buena

★★★☆☆ Buena

El truco final (The Prestige)

Confirmando a Christopher Nolan como uno de los cineastas más interesantes y talentosos del cine actual, The Prestige aborda el mundo del espectáculo y temas relacionados como la fama, la competitividad entre hermanos de vocación y el precio-sacrificio que supone alcanzar ciertas metas de originalidad y su consecuente asombro reflejado en los rostros del público. El mago y su magia entendidos como arte; mostrar hechos insólitos pero sin explicar el secreto con el fin de mantener la sensación de misterio y maravilla. Según reza el eslogan final, es preferible desconocer el secreto.

El mayor mérito de la película radica en su aroma clásico, un sentido del suspense muy en la línea de Edgar Allan Poe, posee un toque tenebrista que, por momentos, resulta bastante perturbador. Dichas tinieblas ,cargadas de un cierto romanticismo, son un efecto claro de la estética usada por Nolan en la puesta en escena, la fotografía, la acertada banda sonora y un estilo visual a medio camino entre lo sobrio y lo barroco. Creando, pues, una gran ambientación de aromas románticos, nos narra una historia oscura, y se acerca a los distintos temas con un desaforado pulso obsesivo. Resulta inevitable acordarse de “Los duelistas” de Ridley Scoot, ambas producciones comparten temas y formas, y podría decirse que “The Prestige” es una transposición de la misma historia a una época y un marco social distintos.

La obstinación obsesiva es el tema principal de la obra, una obsesión que abarca todo el ámbito de esa especie de mundo freak en el que los magos van tejiendo los secretos y las reglas del juego. Lo cierto es que Nolan, mediante su lenguaje visual y su llamativo sentido del montaje y del ritmo, adopta un cariz poético: podemos definir la película como un siniestro, juguetón y punzante poema sobre la magia y sus excepcionales efectos en las mentes tanto del espectador como de los propios magos. En el sentido indicado, la película es bellamente poética.

Pero ante todo, “The Prestige” es un entretenimiento brillante, el cual, en líneas generales, consigue mantener al espectador pegado a la butaca esperando la resolución, si bien tiene partes bastante prescindibles y el interés decae por momentos. Por otro lado, también tiene un problema palmario; la historia, en sí misma, no es original, y tampoco sorprende. El final es bastante decepcionante por previsible y carente de imaginación tanto en la forma de resolverlo como en el elemento argumental que explica toda la red de enigmas que se han ido exponiendo a lo largo de 140 minutos.

No tiene demasiado sentido configurar la narración de cara a sorprender al espectador con un estallido final (el verdadero truco final) de sorpresas…siendo que la sorpresa -para un espectador mínimamente atento – no es tal, se le ve el plumero desde la primera hora de metraje. Así pues, la película resulta fallida en su propósito final. No hay truco porque no hay originalidad. Éste es un lema que forma parte del texto explícito de la película pero que, sin embargo, el propio Nolan -tal vez porque se inspira en un libro bastante mediocre, tal vez porque sus excesos en el uso de saltos temporales terminan por perjudicar a la historia -, no es capaz de llevar a cabo el efecto de maravilla. Sus trampas se le notan demasiado a menudo
Resumiendo, lo que hace interesante a esta película es el modo de estructurar la narración (el cual da pie a un divertido juego de pistas y sugerencias), la absorbente puesta en escena y el vigor de su clasicismo, pero la historia se desinfla en su parte final, precisamente cuando debió engrandecer y poner esa rúbrica definitiva propia de los grandes filmes. Por un lado, es una gozada narrativa. Por otro, nos deja con un sabor a medias. El tratamiento de los personajes, a pesar de que cuenta con magníficas interpretaciones masculinas, es demasiado abrupto. Y, se quiera reconocer o no, en el aspecto humano, en el corazón verdadero de la historia, la película es demasiado tosca y mecánica. Cuando llega el final, sencillamente, se oye el previsible chirriar de la maquinaria y se descubre que no es tan buena película como parecía, sin dejar de ser una gran narración que cuenta con muchas virtudes.
publicado por José A. Peig el 16 enero, 2007

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