Apocalypto nos ofrece un rato no solo de gran espectáculo, sino también de buen cine. Dejando aparte a “Braveheart”, es la mejor película de Mel Gibson hasta la fecha.

★★★☆☆ Buena

Apocalypto

Empezamos con un plano en travelling que nos acerca a la naturaleza salvaje del mundo físico en el que transcurrirá la historia. La caza y captura del jabalí que termina en muerte sangrienta en la trampa de los aborígenes viene a anunciarnos lo que vendrá. El plano que cierra la narración, nos muestra a una familia de supervivientes que se adentran en la profundidad selvática. Apocalypto es una película sobre la supervivencia y la violencia en un medio salvaje y sobre los miedos y esperanzas de un individuo y de una colectividad aborigen. La presencia de los Mayas no juega ningún papel esencial. Lo que aquí se cuenta es una historia que pudo haber sucedido en distintos tiempos y lugares.

Por tanto, lo interesante y lo que merece ser subrayado es el medio físico y geográfico que Mel Gibson utiliza para desarrollar una historia de acción, la cual, siempre que la clasifiquemos bajo la etiqueta de “película de acción”, funciona muy bien. Y funciona gracias al pulso brioso y a menudo impactante de la cámara y de los planos ralentizados que, en este caso, para la acción violenta pura y dura, surten un gran efecto para un espectáculo memorable. El manejo del ritmo también es más que correcto y estamos ante una filmación que poco o nada tiene que envidiar a los autores más consolidados en la materia. Gibson, qué duda cabe, se lo ha pasado en grande filmando esta historia que encandilará a un amplio sector del público.


En su tramo inicial, la historia tiene toda la pinta de ser una película de aventuras, sin más, con el eterno tema de la venganza dando alas a un argumento muy tópico: invasión-agresión-secuestro-huida-venganza-nuevo comienzo. Si se tratase de una película de aventuras sin otras pretensiones, lo exigible no sería la originalidad en la historia, sino el cómo dicha historia queda expresada en imágenes. Muchos acusarán a Gibson de darle un trato estereotipado a los distintos grupos enfrentados.

Pero, insisto y no nos engañemos, Apocalypto es (?) una película de aventuras, no es una “revisión histórica sobre los Mayas” o burradas por el estilo que se pueden escuchar o leer estos días en diferentes medios de comunicación. Es una película – de partida, hagamos esa suposición- sobre “buenos contra malos” y, en tal caso, sí es lícito caracterizar a los personajes deacuerdo con una representación dualista y maniquea. La relación emocional humana queda comprimida en unas ideas esenciales: el amor de las familias, fundamentalmente. Claro, situar la aventura en un marco aborigen con su correspondiente régimen tribal -organizado mediante relaciones de parentesco- no da pie a hacer demasiadas piruetas…

Estemos atentos, no obstante, Apocalypto tiene más de un nivel de comprensión. Ya hemos dicho que si nos quedamos en ése orden de cosas en el cual es puro espectáculo manejado con estilo y contundencia, poco habría que reprocharle. Pero sería ingenuo negar que las pretensiones van más allá de eso. En “Apocalypto” subyace un discurso sobre la supervivencia, el dominio y el poder entre civilizaciones, y los conflictos entre los distintos colectivos humanos que aparecen en pantalla: los guerreros-sacerdotes que ostentan el poder de la influencia en la cultura Maya, un colectivo minoritario representado en la sometida tribu aborigen que se alza en protagonista de la moraleja final (un nuevo comienzo) y los conquistadores europeos que se acercan a la orilla del nuevo mundo con sus amenazantes buques, armaduras y símbolos religiosos. Las civilizaciones “superiores” someten y esclavizan a las “inferiores”. Dicho discurso carece de profundidad u originalidad, se reduce a un mero esquema. Poco importa ya que tampoco, en ese nivel temático, pretende ofrecer otra cosa.

Pero el contenido de la película no se circunscribe al plano humano: la fauna animal se integra en esa cadena de lucha por sobrevivir. Lo hemos señalado al principio: el plano inicial (en el cual de súbito aparece un jabalí surgido de la espesura de la selva) abre el círculo que se cierra con el plano final (una familia de aborígenes adentrándose en la misma espesura). Así pues, lo que tenemos es una aventura que se despliega en luchas por sobrevivir o dominar ya sea en un sentido natural o cultural. Diríase que la humanidad entera, despojada de los artificios modernos e inserida en un peligroso mundo salvaje, esta representada en la película usando una estructura y una organización de los temas bastante coherente y cohesionada en algunos de ellos, no en todo el espectro de estilos y temas, como de inmediato explicaremos. Con esto, concluimos que Apocalypto nos ofrece un rato no solo de gran espectáculo, sino también de buen cine. Dejando aparte a “Braveheart” (muy superior al resto), la mejor película de Mel Gibson hasta la fecha.

Ahora bien, sus defectos son los mismos que los habituales en la filmografía del cineasta australiano; La caprichosa utilización de elementos perturbadores y argumentales. El caso del eclipse que salva in extremis la vida del héroe crea una confusión de géneros y de coherencia en el estilo: ¿estamos ante una película realista (sometida a las leyes de lo real) o ante una fábula fantástica? . Sépase que un eclipse nunca se desarrolla de la forma mostrada en la película y es una escena que parece sacada de un tebeo o de una película animada. En dicha escena, clave en el aspecto argumental, Gibson no se respeta ni a sí mismo ni a su obra al romper caprichosamente la coherencia lógica del mundo representado. Utiliza una excusa argumental inspirada en la profecía promulgada por una niña aborigen para conducir la trama por donde le conviene pero violando las leyes del mundo representado. En esa mixtura de elementos (elementos realistas frente a elementos fantásticos) existe una confusión no justificada.



Da la sensación de que el guionista hace las cosas “porque sí”, con lo que el entramado argumental se resiente de manera considerable. No se pueden introducir variables en la historia sin crear unos cauces (unas leyes implícitas o explícitas) para que dichas variables no deformen los contenidos, los tonos y el estilo. No es más que un capricho efectista, igual que muchas otras escenas de índole onírico que, a trompicones, van llenando la pantalla a modo de truco barato para impresionar a espectadores impresionables pero sin herramientas para el juicio crítico.
publicado por José A. Peig el 20 enero, 2007

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