Dogville
Érase un pueblo con su falso mesías y una chica que vino de ninguna parte, huyendo de una tiniebla. Escapada de un averno de lobos fue a caer en un pozo de lobos disfrazados. Vino el tiempo de probar la valía y la resistencia de un colectivo enjaulado en sí mismo por aparentar, por querer ser sin ser, por miedo. Todo termina con una decisión cuyo origen se encuentra en lo hondo de la conciencia humana, la mirada de un dios compasivo. La conciencia puede ser peligrosa, son las llamas del infierno las que se esconden al otro lado. Puede que a veces sea mejor no mirar, no pensar, no desear el bien de la humanidad. Somos demasiado frágiles para asumir tan inmensa responsabilidad.Lars Von Trier creo una alegoría cruda y desnuda desde su forma externa hasta sus profundidades. Lo que nos dice es demasiado grave para ser dicho: no lo dirán los políticos, ni los pensadores, ni ningun cantante pop contestatario. La verdad se disfraza de absorbente y devastadora parábola, perturbadora para las almas receptivas que lleguen a aprehender el significado último del relato: estamos presos de una fragilidad que supera nuestra noosfera de códigos morales y éticos, y puede llegar un punto de desesperación tan desestabilizadora que ésa misma esfera de la cultura humana termina por dar paso al horror de la violencia, consciente y razonadamente justificada.
La desnuda escenografía esta al servicio de la mirada desnuda y directa con la que Trier nos introduce en el poblado que representa al conjunto de la sociedad, según el juego alegórico propuesto. No es ninguna pedantería puesto que esa disposición de los elementos escenográficos permite englobar la totalidad de los seres y los hechos que alientan dentro y fuera de los hogares con un sencillo montaje de encuadres, cámara en mano, situando al espectador en un punto de vista (el ojo de la cámara) que le permite conocer la vida del pueblo sin el convencional límite impuesto por fronteras físicas (puertas, paredes, etc). Esto, además, tiene una función elemental en la construcción de la historia: enfatizar los perfiles y el contenido humanos por encima de un entorno minimalista, y crear un ente colectivo que fluye e interactúa como un todo enfrentado a los dos personajes centrales. Gran ejemplo de cómo ejecutar un concepto abstracto (en su configuración alegórica) que da pie a la recreación de la vida de un pueblo bajo una cierta mirada omnisciente, no restringida a los planos en picado, sino en cualquier angulación y en torno a cualquiera de los personajes inseridos en el ente colectivo. En suma, una soberbia orquestación y dibujo de cada uno de los elementos de la alegoría, interconectados con dinamismo a la vez que alcanza una potente dimensión realista (reforzada por los movimientos de la mano que guía la cámara).
A pesar de su abstracción alegórica, la historia nos narra unos sucesos que podrían ocurrir en cualquier parte del mundo, en nuestra inmediata realidad. La traslación de una realidad inmediata al espacio alegórico facilita el juego y el discurso articulado en los distintos perfiles, y al mismo tiempo, le otorga una significación local a problemas universales: la hipocresía, la insatisfacción, el vacío existencial, la fe o la desconfianza en el otro, la débil línea que separa la pureza de la perversión, las sombras que enturbian la distinción entre víctima y verdugo, el peligro de sentirse moralmente superior a un estrato concreto de la sociedad y el peligro de ser demasiado consciente de ello… Hay un cierto cariz nihilista en su conclusión: no hay más leyes que las que cada uno forja por sí mismo, y éstas pueden justificar un genocidio, sin remordimientos que valgan. Leía yo en alguna parte que a Von Trier habría que meterlo en la cárcel. Ciertamente, su parábola tiene un poder destructor, punzante y sin tapujos.
Así pues, si en la traslación de lo conceptual a lo representado filmicamente supone un verdadero logro, también triunfa en el desarrollo de la relación entre la misteriosa fugitiva y los lugareños: las interacciones cuentan con ese punto de ambigüedad que requiere la correcta representación de un conflicto social. De la incertidumbre inicial a la posterior armonía y convivencia, y la vuelta al desequilibrio por lo desconocido, la paranoia, la malicia, la violencia, el recelo y la desconfianza en una progresión que va degenerando hacia la amargura de la traición. El fuego que destruye ése micro mundo, el cual durante cerca de tres horas nos ha mostrado un flujo de actos humanos, justifica y significa la transparencia y la austeridad del escenario. Como un estallido de dolor y de ignorancia, te deja sin palabras.
No sé si Lars Von Trier es un genio, pero en “Dogville” hizo un impecable trabajo de creación y realización conceptual y técnica y, además, demostró que su arte es un firme catalizador para sus profundas inquietudes espirituales.