Merece su distinción por su retrato de un (sub) mundo frío e impacable, plagado de juegos sucios, por desgracia, demasiadado parejos con la realidad.

★★★☆☆ Buena

13 tzameti

Su número es el 13 pero, de números, los tiene todos para en erigirse en una película de culto, si es que ya no lo es. “Tzameti” es este mismo número en georgiano; un homenaje del director, el debutante Géla Babluani, a su tierra en esta co-producción con Francia, y que se paseará con este título por todo el mundo, con parada en Hollywood, donde los estadounidenses ya están pensando en crear su particular ‘remake’.
“13 Tzameti” es como un Quentin Tarantino a lo pobre, o como un Roman Polanski rememorando sus inicios para submergirse en lo más retorcido de la mente.
Si su presentación es un tanto morosa y decepcionante, a cambio el nudo de la trama nos arrastra hacia la angustía total. Una sensación incrementada con la fotografía en blanco y negro y casi treinta minutos de metraje que colocan no sólo a su aterrorizado protagonista (Georges Babluani), un joven obrero de 22 años, empapado de sudor y en el punto de mira de una macabra apuesta, sinó al mismo espectador como si tuviera una arma cargada apuntándole en la sien.

Un mundo implacable.

Que conseguir dinero fácil conlleva enormes riesgos es tan cierto como que hay gentuza con lo límites de la moral trastocados en busca de sensaciones fuertes.Las ansias de unos y las precariedades de otros convierten las vidas humanas en meras fichas o peones, sea en “13 Tzameti” o en cualquier guerra. Puede que se recree demasiado en su inicio con todo tipo de personajes que aparecen y desaparecen, con miradas acechantes, y juegos de persecuciones y despistes. También que la música tenga un tono ‘amateur’, casi más apropiado para un cortometraje, reforzando la idea que su propuesta es algo estirada.

Pero ante la escasez de medios, y la abundancia de, una parte, de los resultados, este juego de horror, por lo siniestro y las debilidades de la naturaleza humana, bien merece su distinción por su retrato de un (sub) mundo frío e impacable, plagado de juegos sucios, por desgracia, demasiadado parejos con la realidad. Y de paso que sirva para que Eli Roth, y su “Hostel”, tome buena nota, o para que el tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo mantenga “intacta” su capacidad para crear más cine.
publicado por Carles el 27 enero, 2007

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