La ciencia del sueño
En un intento de continuar con sus ideas visuales bizarras, ya establecidas en “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”, Gondry trenza una historia en la que la ídem, precisamente, ocupa un segundísimo plano. Claro que, no estando presente Charlie Kaufman era de prever.“The Science of Sleep” nos habla de la necesidad de soñar, crear nuestro propio mundo interior, para defendernos del aburrimiento del mundo exterior, de una realidad decadente y estancada en la rutina. Y de la necesidad de luchar por el amor. Una vez más.
El autor de la cachonda “Human Nature” lanza una propuesta visualmente interesante, pero con un guión un tanto carente de gancho y que se erige como un claro ejemplo de retomar la senda pasada creando una continuación con identidad propia.
Pero el motivo principal por el que un cinéfilo acude a visionar un film de Gondry es por ver cómo se las arregla sin el genio de Kaufman. Había que comprobar si el director francés es capaz de salir airoso de un proyecto cinematográfico con todo su peso, más allá de propuestas videocliperas para la MTV. Y, a su forma, posiblemente se está haciendo un hueco. Pero, aún siendo interesante, no logra desembarazarse de su pasado. Ni por el lado de Kaufman ni por el de la MTV.
Cuando uno se sienta a ver “La Ciencia del Sueño”, no puede evitar pensar en películas de la medida de “Punch-Drunk Love” de Paul Thomas Anderson o la propia “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” del mismo director que nos ocupa (aunque con la inestimable ayuda de uno de los guionistas más transgresores de los últimos tiempos).
Y es que la sombra de los maestros es demasiado alargada.
La propuesta de Gondry aquí es prácticamente la misma que la de su film anterior. Una peculiar, enrevesada, divertida y moderna forma de definir el romanticismo. Reinventar el género romántico. Sobrepasar sus barreras llevándolo todo al límite. Pero el invento ya está patentado. Y la irregularidad hace un excesivo acto de presencia.
Aunque, por momentos, la sensación de “déjà vu” deja en el espectador un ligero aura de sopor, que provoca determinados baches en el visionado del film y evita que sigamos la historia con total interés (los párpados pesan demasiado), es bien cierto que los momentos hilarantes, las situaciones y escenas extravagantes y los ingeniosos gags hacen que nos levantemos de golpe y empecemos a reírnos.
Su humor absurdo, metafóricamente surrealista, si bien ya está explotado, lo cierto es que genera situaciones rayanas en lo tronchante y delirante. Uno no sabe dónde meterse cuando Stéphane abre la boca para soltar una de sus brutales ocurrencias. Gael García Bernal realiza un trabajo estupendo, además de absolutamente distanciado a sus trabajos anteriores. Se muestra como pez en el agua en un terreno desconocido para él: el de la comedia absurda.
Pero no es él el único desquiciado mental de “The Science of Sleep”. El plantel de secundarios es una auténtica galería de “frikies”, que nos regalan frases y situaciones de lo más esperpéntico y risible.
No es el apartado humorístico/ingenioso lo único destacable del film. Asimismo, el aspecto visual es netamente interesante. Desde decorados cartón/piedra, que simulan movimientos cercanos a un “stop-motion” enrarecido, hasta imaginería situacional de lo más curiosa.
Gondry se nutre de sus conocimientos para regalarnos una imagen para nada abusiva desde el punto de vista efectista, ni tampoco gratuita. Ejerce un gran poder revelador para seguir detalladamente el curso de la historia y de su significado.
Y termina por otorgar a la obra un carácter relativamente entrañable. Así se podría definir la última propuesta de Gondry. A diferencia de su anterior película, esta se centra más en la diversión y el optimismo. Menos melancólica. Más infantil (algunos dirán que peca en exceso de ingenua). Más tierna. Y, efectivamente, sin su magia ni genialidad.
Sí. “La Ciencia del Sueño” es simplemente un intento de continuar con la huella que un director pretende dejar. No por ello deja de ser entretenida e interesante, pero, pasado cierto tiempo, uno se olvida de lo que ha visto. Ni “Punch-Drunk Love” ni, por supuesto, “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” dejan que nos olvidemos de ellas.
Gondry, en esta ocasión, no ha logrado dar el toque definitivo para convertirla en algo más. En una película mayor.
Se ha quedado en un intento, válido, pero intento relativamente fallido al fin y al cabo. Da la sensación de que el film carece de alma y, por tanto, de supervivencia más allá de nuestros ojos.
El tiempo dirá si su separación de Kaufman para ganar mayor protagonismo con sus films ha sido fructífera. O si, al contrario y como su compañero Spike Jonze, debería haber apostado por la genialidad y la “seguridad” del amparo de un guionista con talento innato. Pero… ¿alguien ha dicho que Gondry no lo pueda tener? Todo está por ver. Y todo terminará situándose donde merece.
Esperemos que no caiga en su propia trampa y deje su pasado para centrarse un poco en su propia personalidad de “cine de autor” que él mismo pretende crear.
Por lo pronto, ya se va ganando sus primeros defensores y sus primeros detractores. Punto obligado en todo director que se sale un poco de lo habitual.